La sal, elemento ligado a la historia de las Pitiüses desde la época fenicia hasta nuestros días, fue la respuesta que Maria Escandell andaba buscando cuando en 2006 se hizo con un puesto en el Mercat Vell de Eivissa (también regenta otro, llamado The Tea & The Coffee, en el Mercat Nou).

Allí, comercializaba una gran variedad de especias, hierbas aromáticas, tés e infusiones, que funcionaban muy bien, tanto entre el público local como en verano con los turistas. Estos últimos, sin embargo, le preguntaban a menudo si vendía sal de Eivissa.

Con el tiempo, y la insistencia de decenas de visitantes, Escandell pensó que había una demanda por cubrir y empezó a comercializar la apreciada sal local, que más tarde registró con el nombre de Azibi (Ibiza, al revés).

«Al principio probamos con una cantidad pequeña y pocas variantes, pero hoy en día compramos al único distribuidor oficial de Sal de Eivissa una tonelada cada año y tenemos una docena de sales distintas», explica Escandell.

En realidad, la sal es la misma en todas ellas: cristales de pura sal marina obtenida por evaporación en los estanques de ses Salines. Lo que cambia es el condimento que la acompaña. Escandell empezó con  una  fórmula  tradicional: sal con romero y frigola, pero poco a poco fue introduciendo otros sabores (albahaca, pimientas negra y rosa, eneldo, ajo y perejil, guindilla cayena, etcétera).

Incluso ha desarrollado alguna fórmula especialmente elaborada para barbacoas y otra para paellas. Sin embargo, quizás la que llama más la atención, a primera vista, es la atractiva sal rosa resultante de añadirle flor de hibiscus. “Gusta por su color, pero la verdad es que es una sal muy veraniega, para ensaladas y carnes, muy fresca y con un punto crítico”, explica Escandell. La comerciante, concluye detallando que “no solo se interesan por ellos turistas extranjeros, sino que con los años vemos que también suelen repetir gente de la Península que tiene casa aquí”.