Que cuando llega el frío es tiempo de matanzas lo saben muy bien los ibicencos. Por eso estos días, muy pronto por la mañana, se oye gruñir algún cerdo en la lejanía, indicativo de que comeremos sobrasada y butifarra frescas.

En la Asociación de Vecinos d’es Molí no son menos, y por eso ayer celebraron su matanza. Y no sacrificaron un cerdo, sino  dos, y es que a la comida que se celebra hoy en el Hotel Puchet asistirán 170 socios que podrán degustar el típico arroz de matanzas y la frita de cerdo, cocinados ambos platos «entre unos cuantos de nosotros», como contaba un socio que ayer por la mañana, mientras el cerdo era despiezado, ya troceaba pedazos de lomo sobre una mesa de madera.

Muerto los cerdos y ya comenzado su despiece, se había llevado a analizar una muestra de éstos, trámite necesario y obligatorio para comprobar que la carne está libre de triquinosis.

Valeriano Campillo, presidente de la asociación, explicó que los dos cerdos pesaron 224  y 218 kilos respectivamente. Estos cerdos habían sido criados en una granja de Sant Carles, y sacrificados ayer en la propia casa de Campillo, en Sant Antoni. El matarife fue Toni Ros, quien a las ocho de la mañana afilaba sus cuchillos y se preparaba para pasar a mayores. Las mujeres encargadas de limpiar y luego llenar las tripas fueron Margarita Roselló y Francisca Prats. La carne iba a ser destinada en parte a la comida de hoy, y otra parte para elaborar sobrasadas y butifarras que después se venderían.

Pero el día iba a ser largo. No se preveía terminar el trabajo hasta las seis o las siete de la tarde. Por eso, sobre las once y media de la mañana, se preparó un gran desayuno con sobrasada, butifarra, frita de calamar, sangre frita, coca con pimientos y buen vino payés, en el que la veintena de personas que participaban en la matanza pudieron reponer fuerzas.  

La Asociación de Vecinos d’es Molí se formó en 1992, y su presidente explicó orgulloso que llevan a cabo muchas actividades durante el año: «En enero hacemos una comida para los socios, en marzo un viaje, el 10 de julio, para San Cristòfol, una fiesta popular en Sa Punta des Molí, en octubre una excursión que acaba con una comida de bullit de peix y arroz marinera, y en noviembre la matanza». «Es mucho trabajo y somos pocos los que lo organizamos, pero la cuestión es hacer fiesta y pasárselo bien», aseguró el propio Campillo.