Ni rastro de frío en una noche primaveral en la que los termómetros no bajaron de los 11 grados. Esta Nochevieja todo se conjuró para que las calles se llenaran a partir de la medianoche de gente con ganas de celebrar la llegada del 2016.

La oferta era tan variada que cada uno podía montarse su propia Nochevieja. Para todos los gustos y bolsillos. El Ayuntamiento de Santa Eulària montó una fiesta con cotillón en el Estudio 64 y otra en el campo de fútbol de Puig d’en Valls. En Sant Antoni, las celebraciones giraron en torno a la carpa del Passeig de ses Fonts y en Formentera, la música de la Fundación Tony Manero fue la banda sonora para dar la bienvenida al nuevo año.

En Vila, la opción más asequible fue la carpa municipal con capacidad para 400 personas en Vara de Rey. Las copas a 4 euros y medio y la música pachanguera del Dj Jordi Cardona atrajeron a un público de lo más variado. Desde niños que se disfrazaban con las bolsas de cotillón que regalaban a la entrada hasta personas más mayores que ya son habituales en esta fiesta. Como Isabel, de 54 años, que bailaba en medio de la pista y que aseguraba que el año que viene repetiría.

La más ‘bailonga’ de la carpa fue, un año más, la ex alcaldesa de Vila Virginia Marí pero no fue la única. A lo largo de la noche pasaron diversos regidores, con la excepción del alcalde, Rafa Ruiz, que decidió quedarse en casa junto a su mujer, ante el inminente parto de su primera hija.

Los que estuvieron al pie del cañón desde primera hora fueron los componentes del dispositivos de seguridad. A Javi, conductor de ambulancia y Gabriel, voluntario de Protección Civil, no les importa trabajar esta noche. «Es el peor día para salir de fiesta», dijeron.

No debieron pensar lo mismo las 200 personas que llenaron este año la Plaza del Parque para escuchar la música electrónica que pinchó el Dj Marcus. Hippies, hipsters y personal, en general, más alternativo acudieron a esta fiesta que se organizaba por primera vez. Entre ellos, Annie, una belga de 71 años vecina de la plaza que, en lugar de quejarse por el volumen de la música, decidió bajarse a la calle. «No me voy a casa hasta que no pare la música», afirmó con una sonrisa mientras bailaba.

Ambiente auténticamente ibicenco se vivió en otro de los clásicos de Vila, el pub De Miedo, que este año celebró su vigésima Nochevieja poniendo música rock y pop de los 80 y los 90. «Aquí vienen sobre todo ibicencos y turistas recomendados», señaló Pepe Ripoll, su propietario.

Los más jóvenes se concentraron en la zona de bares del barrio de es Pratet, cuyas calles estaban más animadas que el interior de los locales. Los veinteañeros fueron los más elegantes. Ellas con vestidos de noche y lentejuelas y ellos con traje y pajarita. La elegancia, eso sí, no privó a muchos a practicar botellón. Raúl, de 33 años, lo justificó diciendo que «la bebida es carísima».

Sin embargo, la entrada a 50 euros no impidió que Pacha se llenara hasta los topes, al igual que otro local mítico, el Pereira, donde el público vibró con su banda de rhythm and blues.

Mil y una fiestas de Nochevieja con un denominador común: el alcohol, aunque muchos dejaron el coche en casa y tuvieron que esperar durante una eternidad un taxi en las principales paradas de la ciudad. Los taxistas también celebran la Nochevieja.