Tortu y Terri tienen sus momentos como todas las parejas. A veces duermen juntos, otras no quieren saber nada el uno de la otra. Lo cuenta con una naturalidad pasmosa Adriana, la dueña de esta pareja de tortugas veteranas ya en desfilar en la bendición de los animales que realizó el obispo de Eivissa y Formentera, Vicente Juan Segura, con motivo del día de Sant Antoni. Como ella, un centenar de personas desfilaron ante el ayuntamiento portmanyí con unas mascotas que, más que animales, son unos hijos para sus dueños.

«Si por mi fuera, ojalá viviera los mismos años que yo», contaba la propietaria de Pancho y Pascual, dos enormes gatos persa que son «los bebés de la casa». Uno más en la familia es también Gris, el conejo de Laia, de 5 años, que incluso acompaña el ritmo con su pata cuando ella ensaya con la flauta.

Entre todos los animales, encontramos historias como la de Tanit, una podenca ibicenca de 15 años que, según cuenta Inma, su dueña, viene todos los años para que Sant Antoni la proteja. «De momento nos ha funcionado porque ha padecido muchos ataques al corazón y sigue aquí», explica.

Dicen que los gatos tienen siete vidas. Pero las tortugas de Maribel, una vecina de Sant Antoni, pueden decir también lo mismo. Ayer trajo cuatro ejemplares en una caja de plástico, las dos de un amigo y las dos suyas, Águeda y Picardías. Cuenta que una de ellas se cayó una vez por el balcón de su casa sin que nadie se diera cuenta con la fortuna de que una mujer la cogió de la calle y la llevó al bar de abajo y no le pasó nada. «Solo tuvo un rasguño en el caparazón que le curé con Betadine», señala.

Historias divertidas pero también alguna triste como la de Morena y Calcetines, una pareja mestiza de Border Collie y pastor belga que están en una casa de acogida porque su dueño no podía cuidarlos. Iban de la mano de Rocío Muñoz, presidenta de RqueR, una protectora de animales que rescata perros y gatos de la calle y se encarga de buscar voluntarios dispuestos a cuidarlos a cambio de que les paguen los gastos que conlleva su cuidado.

Los benjamines este año fueron el perro Mel, una mezcla de podenco y labrador que dormía profundamente y que solo se despertó al notar el agua bendita, y Perla, una perrita de tan solo 4 semanas. La llevaban en brazos sus dueños, Joan Costa y Toñi, como representación del centenar de animales entre gallinas, palomas, yeguas, ovejas y pavos reales que viven en su casa de campo de Santa Eulària.

En el día gran de Sant Antoni ganaron los perros por mayoría pero también hubo muchos hámsters y alguna cobaya como Manchitas, que ya ha sido bendecida cuatro veces y que tiene como compañera en casa una iguana que este año no recibió el agua bendita porque «se pone muy nerviosa».

La bendición de los animales acabó con el desfile de los potros, ponis y caballos menorquines y andaluces montados por sus dueños.