Desde muy pequeño ya se crió entre música. «Mis padres eran bastante melómanos y músicos aficionados», relata Roland Cardona, un valenciano nacido en Castellón hace 37 años. Recuerda que su aspiración era llegar a tocar en la banda de su pueblo y, por eso, desde pequeño empezó a estudiar en la escuela de música, sin imaginar que ello podría llegar a convertirse en su vida algún día.

«Cuando tenía 7 u 8 años no sabía dónde acabaría y me sentía un poco raro porque iba siempre con el instrumento a cuestas». Tenía que llevarlo siempre consigo al colegio porque a las 17:00 terminaba y de ahí se iba a la clase extraescolar de música. «Pero al cabo de los años, más o menos con 15, me di cuenta de que a lo que realmente quería dedicarme era al ámbito musical, aunque aún no supiera a cuál».

Explica que estuvo dos años, al principio, tocando el saxo, pero algo le llamó la atención del clarinete y cuando cambió se dio cuenta de que no se había equivocado. «Dentro de nuestra formación, donde estudiábamos en la rama más clásica, estábamos enfocados a la enseñanza, a las orquestas y a tocar».

Sin un rumbo fijo, aún, Roland terminó estudiando el Grado Medio de Música en Tarragona y de ahí se fue a hacer el Superior en Zaragoza.

«Además, obtuve una beca para irme a Santiago de Compostela y en aquel momento me di cuenta de que lo que estaba estudiando me gustaba de verdad». Comenzó entonces a fijarse en las Orquestas Sinfónicas y realizó pruebas con varias Jóvenes Orquestas que le gustaban, teniendo la suerte de entrar en la de Castellón durante 3 años. Posteriormente se licenció en interpretación clarinetística y formó parte de un proyecto cultural que tenía la Unión Europea en el Gran Teatro Liceo de Barcelona. «Estuve dos años contratado con la Orquesta de la Academia del Gran

Teatro Liceo y a posteriori pude trabajar 3 años con ellos. En ese momento ves que tu vida ya es la música, por suerte».

Claro que todos los logros son lo que él denomina la «parte bonita de la historia». Detrás están también las malas experiencias, los intentos fallidos, las muchas audiciones a las que hay que presentarse y un desembolso de dinero, nada despreciable. «Pero al final todo va llegando». Y así, ha recorrido toda España con las orquestas e incluso Italia, donde realizaron una gira por la Toscana. También ha colaborado en proyectos como los estrenos, en Madrid y Barcelona, de la película de Blancanieves (2012), una experiencia que recuerda con mucho cariño.

Su inicio en Can Blau

De esta manera, llegó también su oportunidad de venir a Eivissa, en principio, para un año aunque ya lleve cinco. «Recuerdo que me llamaron porque el anterior jefe de estudios de Can Blau, Toni, es amigo mío y estaban buscando un profesor aquí en la escuela de música». Al final, como a muchos, le enganchó la isla y cuando terminó el año escolar llegó el momento de que se reuniera el claustro e hiciera evaluación, «me dijeron que si estaba contento que siguiéramos adelante y así llevo ya cinco años».

Y aunque en la isla no hay tantas salidas profesionales para un músico freelance, en comparación a grandes ciudades, como él ya venía con contrato laboral tampoco partía de cero. Además, a día de hoy colabora con orquestas y proyectos que se hacen, aunque subraya como problema fundamental que «el presupuesto que hay en Eivissa es más limitado, al no ser una gran ciudad hay menos oportunidades. Pero también cada vez hay más espectáculos, como la ópera en verano».

Eso, unido a la calidad de vida, que destaca, y a las buenas conexiones que tiene con Madrid y Barcelona, ha sido lo que le ha decidido a quedarse. Y cuando necesita escapar vuela a ciudades europeas como Berlín, «para impregnarme de su cultura y de la música de la época romántica, que es en la que más aparece el clarinete, para mí esa es la cuna».