La vida de Vivo Gal Grabby daría para redactar decenas de perfiles, por eso, esta edición trata de recoger lo más significativo del recorrido de un artista ingenioso e incansable a la hora de crear. Tiene 37 años, aunque desde los 36 paró de contar ya que es su número favorito, y con apenas 16 inició un proyecto que llegaría hasta el espacio. «Compré más de 100 sábanas grandes y viajé durante tres años por todos los pueblos de Bulgaria, usando todo tipo de transporte, para que todo el mundo que quisiera participar pudiera escribir su mensaje». Así, en 2001, consiguió encuadernar el libro más grande del mundo que entró en el Record Guinness y fue enviado al espacio en un cohete lanzado desde Moscú.

Tanto escribieron sobre él en su país natal que con todos los recortes publicados confeccionó una colección de ropa que presentó en un desfile. Cuando a Vivo no le quedaron más rincones por visitar en Bulgaria fue cuando comenzó su andadura en el extranjero y desde entonces ha viajado por todo el mundo.

«Desde entonces ya nunca miré atrás». Tuvo exposiciones en Múnich, Viena, Bratislava, Praga... viviendo, como él denomina, «con un pasaporte alegal», ya que no era ni legal ni todo lo contrario. «En esa época aún había que sellarlo cada tres meses, pero como yo iba viajando por Europa usando mi arte para el bienestar de los demás, me di cuenta de que siempre la ley te protege o te disculpa, por eso lo llamo alegal».

Llegó a pintar más de 4.000 óleos y a partir de ahí perdió la cuenta. «Era una cosa de niño, había leído que Picasso tenía más de 4.000 obras y como era mi referente yo quería superarlo en número». Comenzó interpretando los cuadros de grandes pintores como Dalí, Renoir, Van Gogh, Velázquez... «para mí pintar sus obras era como hablar con ellos». Empezó con colores y fue evolucionando hasta terminar consiguiendo una mezcla de negro y blanco que dieron como resultado un gris que empleaba como base para sus obras, mezclándolo después con otros colores. Pasó así por muchos estilos, desde los más figurativos a los abstractos, pero llegó un momento en el que se aburrió y dejó de pintar.

Su camino a Eivissa

Esa nueva etapa en la que se dedicó más a las artes marciales y al body painting le coincidió al poco de llegar a Eivissa. Llevaba muchos años viajando, cuando en 2006 pisó por primera vez la isla. «Iba a Canarias pero como vi que estaba tan lejos primero paré en Eivissa, más tarde seguí hasta Tenerife pero no era como Eivissa y regresé para establecerme en 2007». Y aunque los primeros años siguió pintando no quería que nadie le conociera como pintor, por eso en 2010 se dedicó a otras artes.

De esta manera obtuvo un puesto en Las Dalias donde hacía Body Art y, con ello, se ganaba la vida, hasta que un día le dijeron que ya no montaría más su puesto. «Pero yo seguí yendo y cuando veían un hueco vacío ahí me colocaba, siempre he sido muy luchador». Pero además de su insistencia sacó a relucir otra arma de persuasión, su talento como pintor y retrató en 2010 a Juanito padre, fundador de Las Dalias. Fue entonces cuando la gente comenzó a conocer esa faceta de Vivo que aún no había explotado en Eivissa.

A partir de ahí, creó una colección de 18 retratos titulada Iconos de Ibiza, para el Hippy Market, que tuvo mucho éxito en 2015 y que le reportó numerosos beneficios y contactos. «El DJ Solomun fue uno de los que me hicieron un pedido», y actualmente tiene más de treinta encargos en lista de espera. Este es uno de los motivos por los que Vivo se enamoró de la isla, «porque me dio la oportunidad de vivir del arte. Para mí Eivissa es la capital del arte, donde pueden convivir en armonía más de 100 nacionalidades, es un sitio tan cosmopolita como tradicional. Por eso, siempre digo que soy de Eivissa pero nacido en Bulgaria».

Aunque actualmente se encuentra inmerso en varias exposiciones por todo el mundo, también fundó en 2012 la ONG Juntos en Ibiza, que realiza encuentros artísticos, y que se financia gracias a las ventas de un logo emblemático de Eivissa que consiguió patentar. «Creé un logo que pude patentar sin que se dieran cuenta de que se leía ‘Ibiza’, porque me inventé la historia de que eran cinco cuadros unidos: chico con barca conoce chica y encuentran una lagartija en Es Vedrà, y aunque son dibujos nadie se percató de que unidos podía leerse ‘Ibiza’», y cuando lo hicieron Vivo ya había conseguido patentar el logo tres veces, así que estaba asegurado.