La sede ibicenca del Col·legi Oficial d'Arquitectura de les Illes Balears (COAIB), en Can Llaneres, Dalt Vila, acoge estos días una exposición de las ocho propuestas para mejorar la accesibilidad a Dalt Vila realizadas el pasado abril por 34 estudiantes de nueve países europeos, supervisados por 10 profesores, en el marco del Programa Intensivo Erasmus Let's Open Cities For Us (LOCUS). Un programa coordinado desde la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallés, de la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC). «La idea arrancó en 2007, porque en la docencia de arquitectura hay una falta de criterios de accesibilidad en el diseño local. Entonces, como es muy difícil incluir nuevos contenidos en el curriculum escolar, pensamos esta fórmula, que son unos programas intensivos Erasmus que les puedes dar la temática que quieras. Así surgió la idea de hacer estos talleres de accesibilidad, pensando que podrían ser interesantes para aportar ideas al eterno conflicto entre patrimonio y accesibilidad en las ciudades históricas», explicó a este periódico la profesora Marta Bordas, coordinadora del trabajo.
El taller de Eivissa es el cuarto que realiza la UPC tras los de Tarragona y Girona (2008), y el de Évora (Portugal) el año pasado. «Yo estoy haciendo mi doctorado; y a partir del resultados de estos talleres centro toda mi investigación», añadió Bordas, precisando que cada año se han ido incorporando más países, «pues la iniciativa ha tenido muy buena acogida en Europa».
El resultado de los ocho grupos que han trabajado en el programa LOCUS, con cuatro o cinco estudiantes cada uno, merece la pena que sean conocidos, tantos por los ciudadanos como por los responsables políticos. «Por la experiencia que hemos tenido hasta ahora, los proyectos resultantes siempre tienen muy buena acogida. Los políticos se los miran con muy buenos ojos; pero luego, entre la dichosa crisis y tantas otras historias, la cosa se queda lamentablemente a medio camino», consideró la profesora catalana.
Aunque, en cualquier caso, la iniciativa no es para nada una pérdida de tiempo, «porque sirve mucho para refrescar las ideas». Y para algo más: «Hasta ahora, y esperemos que también suceda con Eivissa, siempre hemos tenido uno o varios participantes del taller que han decidido hacer su proyecto de fin de carrera basado en alguna de las propuestas realizadas en LOCUS. Esto ya es más interesante, porque tienes a un tipo que lo está trabajando a nivel detallado, constructivo y demás, proponiendo una solución posible. Además, cabe decir que las soluciones encontradas por los estudiantes son muy factibles y con una relación coste-beneficio totalmente óptima», valoró.
En cuanto al nombre elegido para el programa (Let's Open Cities for us, Abrir las ciudades para nosotros), Marta Bordas señaló que se debía a que «el taller se hace en inglés». Sin olvidar la referencia a la expresión latina locus amoenus (lugar placentero); y otra explicación más: «En Eivissa nos decía que le llamábamos LoCUS porque parecían ideas de locos. Pero bueno, creo que hay que estar un poco loco para intentar algo así», ironizó la coordinadora de los talleres.
Imaginativa y responsablemente locos, cabría decir, pues las soluciones buscadas por estos 32 estudiantes de la vieja Europa resultan bien sugerentes y hermosas, además de prácticas, para revitalizar Dalt Vila, que es sin duda nuestra mejor aportación al Patrimonio de la Humanidad.

Plantearse el conflicto

Según explicó en la presentación del proyecto Miguel Usandizaga, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallés de la UPC, impulsora de la iniciativa, su objetivo es doble: «Lo que queremos es que los estudiantes de arquitectura se planteen de una manera intensiva el conflicto que se produce cuando se deben cumplir dos obligaciones: preservación del patrimonio y la protección del derecho de las personas a la libre movilidad dentro de las ciudades».
Objetivos a los que hay que sumar un problema que cada vez será más frecuente: el envejecimiento de la población, con lo que ello supone de limitación de su movilidad a la hora de acceder a ciertos lugares, como la empinada Dalt Vila.
Por lo tanto, se impone buscar soluciones; como la que el arquitecto ibicenco Elías Torres realizó en el casco histórico de Toledo: una escalera mecánica cubierta. Solución criticada al principio por algún sector de la población, pero que cada vez cuenta con más 'clientes' satisfechos.