Ignacio Maciel es un joven escritor nacido en Santa Fe (Argentina) que llegó a Formentera por casualidad y desde entonces pasa todos los veranos en la isla trabajando en una agencia de viajes.

Entre los títulos de este licenciado en Filosofía y Letras existen obras de teatro, poemarios, guiones, ensayos o novelas. Recientemente ha reeditado un libro que relaciona la filosofía Zen con la degustación de vinos.

—Toda una curiosidad la de relacionar la filosofía Zen con la cata de vinos, ¿cómo nace este libro?

—En 2011 comencé un curso de sommelier para aprender a degustar vinos, algo por lo que siempre sentí curiosidad, y a la vez estaba realizando unos cursos de meditación budista Zen. Con el paso del tiempo y las prácticas se fueron fusionando los dos cursos en mi cabeza y el resultado fue el libro.

—¿Qué desvela el libro de estos dos mundos?

—El libro es una introducción a ambos, por un lado a la degustación de vinos que la hago a través de historias mediante personajes, algunos reales y otros inventados, y también al mundo de la meditación Zen para lo que recurro a historias reales pero muy antiguas de un maestro Zen que hubo hace tiempo. Ambas transcurren en paralelo y se unen en un capítulo final que narra cómo hacer una degustación Zen.

—¿Y en qué punto se unen ambos mundos?

—En el mundo Zen es muy importante poner la mente en el aquí y el ahora y no preocuparse por lo que puede llegar a pasar después, sino en saber disfrutar de las cosas simples que nos rodean en cada momento. El Zen interviene en todas las actividades, se ha propagado por todo. Incluso la ceremonia del té es muy famosa, pero es casi una meditación Zen en el mismo momento de la degustación del té. Mi idea fue llevar este mismo concepto al vino porque para degustar un vino uno tiene que estar presente ya que en ese proceso intervienen todos los sentidos. Uno lo puede hacer como lo hacemos a diario, sin prestar atención, pero en realidad no estamos saboreando con la mente en ese momento.

—¿Qué ocurre cuando se consigue?

—Cuando uno consigue llevar a cabo cualquier actividad de modo más consciente o presente, se vuelve todo mucho más intenso. En el caso del vino, podemos llegar a notar esos matices, aromas que están ocultos, los que nos dicen si pasó por una barrica de roble o no, si es joven o añejo o el tipo de uva que contiene.

—He leído que es un libro del que se siente especialmente orgulloso, ¿por qué?

—Es mi primer libro publicado a nivel internacional y ha llegado a la tercera edición. Pero sobre todo es por haber conseguido que un chef de la talla de Ferrán Adrià finalmente escribiera el prólogo.

—¿Y cómo lo consiguió?

—Podríamos decir que más bien obedeció a un capricho (risas). Para que el libro llamara la atención quise que el prólogo fuera del mejor chef del mundo y con toda mi insistencia y paciencia comencé a escribirle hasta que muy gentilmente, y tras enviarle mi último capítulo, me envió su prólogo. Para mi fue un placer y un orgullo que lo hiciera y que le gustara mi libro.

—Su próxima novela está ambientada en Formentera. ¿Qué nos puede adelantar?

—Comienza en México y sus dos protagonistas vienen de vacaciones a Formentera. Lo que hacen es descubrir este paraíso que es Formentera y a partir de ahí surgen las historias. Todo ocurre en la isla y por ello aparecen todos los pequeños rincones que he tenido el placer de descubrir a lo largo de estos años gracias a vivir en este pequeño paraíso.

—¿Qué es lo que tiene Formentera de especial para usted?

—Tiene algo mágico. Yo he viajado mucho, pero la paz que se vive aquí con los viejos hippies que todavía rondan y le dan como un aire de misticismo, la belleza del mar, la gente que vive aquí incluso es muy especial. Todo ello forma un conjunto del que uno se enamora y la verdad es que cuando no estoy en Formentera la extraño y cuando estoy aquí el tiempo pasa demasiado rápido. Dicen que la isla te acoge o te rechaza y yo he tenido la suerte de que me haya acogido.