Uno de los mejores retratos de Anselmo Miguel, el de Valle Inclán.

Hace unos años, Calvo Serraller, uno de los críticos de arte más prestigiados y reconocidos de nuestro país, definió al pintor vallisoletano Anselmo Miguel Nieto (Valladolid 1881-Madrid 1964) como una de la figuras más destacada del arte español del primer tercio del siglo XX. Añadiendo, cosa con la que estoy completamente de acuerdo, que es uno de esos grandes pintores que se han olvidado o semiolvidado porque en la posguerra se decidió desde el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York (MoMA) y desde el franquismo (esto lo ha estudiado muy bien María Villalonga, que por cierto pasa largos períodos en Ibiza, y que ha estudiado cómo se produjo este operativo y el olvido de otro gran pintor, Anglada Camarasa); desde el MoMA y las instituciones culturales franquistas (para que la dictadura pareciera moderna) se decidió apostar por la abstracción o las vanguardias y quedaron como secundarios pintores geniales como Anglada Camarasa, Romero de Torres y, desde luego, Anselmo Miguel Nieto. Recordemos que Zuloaga era considerado en su tiempo parisino como el mejor pintor del mundo, y hoy no le darían un papel ni siquiera en una película mala de cine español. Lo mismo pasa con algunos escritores, también relegados por mor de las modas o de falsos cánones literarios: ¿quién se acuerda de Adriano del Valle, de Leopoldo Panero padre, de Rafael Cansinos Assens o de Concha Lagos?, o por citar dos baleáricos ya descatalogados y desmemoriados: ¿quién se acuerda de Miguel Ángel Colomar o de Gabriel Alomar Villalonga?

Anselmo Miguel Nieto, hijo de confiteros, estuvo pensionado en París, donde hizo migas con Picasso (incluso lo retrató), y luego estuvo becado en Roma. Ya en 1906 puso su estudio y caballete en Madrid, donde frecuentó la amistad de gente como Baroja o Valle Inclán (a quien retrató prodigiosamente, sin duda su retrato más famoso e irónico). En 1922 hizo su primer viaje a América. Entre 1936, año que se fue de Ibiza a causa del estallido de la guerra incivil (allí tal vez debió coincidir con Rafael Alberti), y 1946 estuvo pintando con su colega Romero de Torres en Argentina y Chile. Al volver a España (1947) pasó, pese a ser el retratista de la aristocracia o por eso, a formar parte del olvido pese a que a duras penas le nombraron en 1952 miembro de la Academia de San Fernando (Madrid), la saña con este estupendo pintor vino, supongo, porque había sido amigo de republicanos importantes, como Besteiro o de Azaña y porque como hemos dicho el régimen estaba empeñado en promocionar la pintura abstracta o muy moderna española para lavar su imagen carca.

Su periplo en Ibiza

En Ibiza, Anselmo Miguel anduvo dos grandes épocas de su vida. La primera fue de 1933 hasta 1936, tenía una casa en Sant Antoni. Entonces pasaba por momentos muy melancólicos y algo atormentados, y en la Isla encontró alivio a sus sentimientos. En su exilio chileno (1940) así recordó en el Diario de Chile su primer paso por la isla Pititusa: «Existe allí una pequeña isla, Ibiza, maravillosa, que aún no ha hollado la planta del turista y donde todo, por lo tanto se encuentra en estado primitivo». En ese paraíso el pintor pucelano encontró la felicidad: pintando sus bosques, perspectivas, casas de labranza, campesinas vestidas o desnudas en su paisaje. La segunda época ibicenca, con viajes de ida y vuelta a Palma, donde vivía su hija Margarita, transcurrió en 1947-1949, ese último año se volvió a Madrid, vivía en la calle Casado del Alisal, al lado del Museo del Prado.

En la segunda etapa ibicenca de Anselmo Miguel escribió un ramillete de cartas a su gran amiga y coleccionista de sus lienzos, la escritora cordobesa Concha Lagos (1907-2007). Estas epístolas se encuentran en la sala de manuscritos de la Biblioteca Nacional. Las mismas fueron escritas hacia 1949, o sea no son de su etapa ibicenca anterior a 1936. Lo sabemos porque en una de ellas le dice a Concha que tiene que ir de Ibiza a Palma para hacerle un retrato a Juan March, y ese retrato está fechado en 1949. También le hizo un retrato a Leonor March, mujer del magnate. Los críticos han calificado el March pintado por Anselmo Miguel como de gran calidad y en el que consigue reflejar la distancia que emanaba del semblante del millonario mallorquín. De ese año es el cuadro titulado Paisajes de Ibiza con figuras. En las 22 cartas que Anselmo Miguel mandó a Concha Lagos algunas llevan el anagrama de Helados Riera, Paseo Vara del Rey 2. En otra misiva invita a Concha Lagos a Ibiza, pero no encuentra sitio en la isla para ella y le dice «se ha puesto este rincón de moda y está incorruptible». En otra, nuestro artista está muy cabreado con el Ayuntamiento de Palma porque quiere reformar una terraza de su estudio palmesano y le ponen pegas, eso le desanimaba mucho (vemos que hay cosas que no cambian nunca), también le dice lo mucho que le gusta la Cartuja de Valldemossa y el palacio del Rey Sancho. Otra carta la escribe desde el Bar Escandell de Sant Antoni.

Pintor con una gran técnica, Anselmo Miguel fue capaz de reflejar la luz como pocos, con su singular cromatismo iluminado y elegante. Fue un gran admirador de Velázquez. Los mejores estudios sobre este pintor son los de José Carlos Brasas Egido. Anselmo Miguel murió de cáncer. En su Valladolid el pintor tiene una merecida calle. Se hizo una exposición con obras suyas en el Casal Sollerich (Palma). En Ibiza se merecería también tener una calle.