Uno de los dibujos más bonitos que pueden verse en un manuscrito que se encuentra en el Museo Marítimo de Ámsterdam (Scheepvaartmuseum) es el de un barco dibujado por un adolescente que con 13 años estuvo, con ese barco en la Ibiza de 1797. La isla Pitiusa a finales del siglo XVIII pasaba, relativamente, por una buena coyuntura, tenía entonces unas 15.000 almas y por aquellos tiempos Vila, con tres mil moradores, se convirtió oficialmente en ciudad (1782) y por allí andaba el obispo reformista Abad Lasierra que creó entonces una serie de parroquias para juntar a los campesinos. Se estableció entonces la primera fonda. Las salinas seguían siendo un sector productivo muy importante, y la Monarquía Hispánica animó la economía ibicenca mandando ingenieros militares que llevaron a cabo numerosos proyectos civiles, como la mejora del puerto, a lo que habría que añadir la rentable actividad de los corsarios ibicencos y el desarrollo de la construcción naval. La repoblación de Formentera, antes en despoblado por miedo a los corsarios berberiscos, seguía viento en popa. Sin embargo, entre los ibicencos de Vila y los campesinos había demasiadas diferencias de clase, pese a la prosperidad que aportó el cultivo del almendro. Era aquel un mundo ibicenco menos cerrado y más ajetreado que el de los siglos anteriores, con muchos barcos en el puerto para cargarlos de sal. Ese es mundo que se encontró nuestro protagonista: Ids Sippes Tjaarda cuando el navío en el que iba atracó en Ibiza.

¿Sal de Ibiza?

Sobre este mozo, Ids Sippes Tjaarda (1785-1857), se sabe poquito. Nació en Oudega (Frisia) y murió en Haskerland, también Frisia. Fue a la escuela de Nieuwendam que en el siglo XVIII era un pueblo (ahora fagocitado por el crecimiento de Ámsterdam y convertido en un barrio de la capital de Holanda). Era hijo de un comerciante o de un patrón que por lo menos tenía un barco de mercancías, el que dibujó Ids en su ‘diario’ y el mismo que estuvo en Ibiza varias veces a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Sabemos también que ese barco u otro de aquella familia neerlandesa fue capturado por corsarios ingleses. Ids como militar estuvo en las campañas napoleónicas y pudo ser además de transportista naval o comerciantes, pescador de altura. Se casó en 1833 y tuvo cinco hijos a los que quería mucho y quería educarlos bien.

A sus dos primeros hijos (Sippes y Jan) les dedicó el ‘diario’ que hoy se encuentra en el Museo Marítimo de Ámsterdam. En el mismo cuenta sus periplos marineros entre 1797 y 1813 y lo que transportaban en los viajes que hacían a Francia, Noruega e Ibiza. Por lo visto, frecuentaba el Mediterráneo. Acompaña las descripciones con consejos a sus hijos y frases edificantes, por ejemplo que el dinero da consuelo pero la virtud salva a los pecadores de la muerte, que la ociosidad es vergonzosa (frase muy dentro de la ética protestante), que quien se regocija del sufrimiento del prójimo carece de virtud (esto suena muy erasmista). ¿Qué tipo de carga llevaban en el barco? Sabemos que a Noruega llevaban azulejos holandeses (tal vez de Delft), pero a Ibiza no lo sabemos, es muy probable que el barco saliera de la isla Pitiusa cargado de sal, que en los siglos XVII y XVIII era un cargamento bien recibido tanto en los puertos holandeses de Harlingen y Ámsterdam, e incluso en los puertos noruegos a los que viajaban Ids y su padre, o sea Bodø o la próspera ciudad de Bergen. Sabemos seguro que en uno de sus derroteros Ids llegó a Ibiza el 15 de agosto de 1802. Y esa es la historia de Ids Sippes Tjaarda que estuvo por primera vez en Ibiza, con su padre, siendo un adolescente, que seguramente volvió varias veces a la isla Pitiusa y que nos dejó un dibujo precioso del barco de su familia que navegó en aguas pitiusas.