Como suelen decir en mi pueblo, «al pot petit hi ha la bona confitura!», aunque hoy no hablaremos de dulces pero si de un rincón pequeño y con encanto, el Mercat Artesà de Sant Ferran.

Llegados a este punto del incipiente verano, abundan en las Pitiüses los mercados de todo tipo, tamaño y color. Pero cuidado, no siempre nos vamos a encontrar con productos hechos a mano por el mismo artesano que nos atiende, y aunque un producto manufacturado en otros lares no tiene porqué ser peor, aquí lo que prima es lo diseñado y fabricado en casa.

Hablamos con Oriol Calvet, joyero y actual presidente de la asociación de artesanos del Mercat de Sant Ferran, el segundo después del de la Mola con seis años de antigüedad. «Nos costó arrancar porque es difícil que la gente venga a Sant Ferran a visitar el mercado, pero con los años estamos cambiando las dinámicas, hemos decorado el espacio de otra manera y esperamos que funcione bien este verano» nos dice Oriol. El mercado lo conforman 17 artesanos que en su gran mayoría residen todo el año en la isla y dedican el invierno a crear y producir y la temporada a exponer y comerciar con sus productos hechos con técnicas validadas por diversas administraciones. «Al ser este un mercado público dependiente del Consell de Formentera, se nos pide como requisito tener la carta de artesano» nos comenta Oriol, «es un trámite con exámenes periódicos que puedes sacarte aquí en la isla, o también en Ibiza, Mallorca y en otras comunidades autónomas que tienen su propio carnet de artesano homologable en toda la Unión Europea». En cuanto al oficio de artesano, el secreto del éxito, según Oriol, está en «trabajar muchas horas, intentar innovar cada año, decorar bien la parada, tener mucha dedicación, responsabilidad y disciplina», así que no es moco de pavo lo de dedicarse a un ofició que, eso sí, permite desarrollar la imaginación y disponer de libertad creativa, facetas que en el mundo actual suelen brillar por su ausencia en el común de los mortales.

Así pues, de ocho a doce de la noche y todos los días, excepto miércoles y domingos, nos podemos acercar a Sant Ferran, cenar alguna cosa y perdernos después por un pequeño mercado donde reina la tranquilidad y se puede conversar con los artesanos y apreciar la calidad de sus productos hechos a mano.