La oreja de Van Gogh.

La oreja de Van Gogh no para ni un segundo. En apenas una semana estarán en Valencia, Vigo y el sábado en Ibiza. Es lo que tiene estar de gira con su disco, El planeta imaginario, con el que celebran además 20 años en la música. Sin embargo, Xavi San Martín, uno de los miembros del grupo, al igual que sus compañeros, no pierde la sencillez ni la amabilidad. Es uno de los grandes secretos de una de las bandas de pop más importantes de nuestra historia reciente.

—¿Cómo hacen para estar en Valencia y en menos de 24 horas en Vigo?

—(Risas) No lo se. Uno ya está acostumbrado a giras largas y además, España no es tan grande como otros países donde hemos estado (risas).

—¿Con ganas de Ibiza?

—Muchas. Es un paréntesis en un calendario de locura. Estar en una isla tan bonita aunque sea sólo unas horas es una auténtica gozada.

—Llegan al centro mundial de la música electrónica. ¿No se sienten raros?

—Nosotros parecemos un grupo acústico (risas). Es genial la apuesta por conciertos en directo y festivales en los que no sólo haya djs. Ibiza es la capital mundial de la música electrónica y eso no se puede cambiar porque es muy positivo para mucha gente. Además, el nombre de Ibiza es conocido a nivel mundial.

—Vivir aquí en verano es una odisea...

—Sí. Nosotros en Donosti vivimos algo parecido. Es muy pequeña y muy bonita y un referente turístico que se masifica. Por eso muchos donostiarras como muchos ibicencos intentan salir corriendo en verano. En fin, problemas de ricos (risas).

—Veinte años en la música. ¿Se lo imaginaron en algún momento?

—(Risas) Ni en broma. Nuestra historia es una suma de casualidades y mucha suerte. Éramos unos amigos de la universidad que para divertirse decidieron crear un grupo. Nos rifábamos los instrumentos porque no sabíamos tocar muy bien y hacíamos canciones malísimas. Y de repente, la productora Sony consigue una maqueta nuestra y nos llaman ellos a nosotros. Alucina. El caso es que grabamos un disco con ellos con mucho éxito, un segundo, un tercero, cambiamos de cantante y veinte años después aquí estamos contigo. De película.

—¿Su éxito es que son personas normales? Les conozco personalmente y no son divos precisamente.

—Nos lo dice mucha gente. No es ninguna pose ya que ya éramos amigos antes del grupo y eso se nota. Hemos crecido durante estos años siendo conscientes de nuestros orígenes. Por eso cuando tocamos en un festival nos sentimos más cercanos a los que están delante del escenario tarareando las canciones que a los grupos del backstage. Siempre nos hemos sentido un poco intrusos en del showbusiness porque somos conscientes de que vivimos en una gran mentira, divertidísima, pero una gran mentira. Y por eso no nos vamos a volver gilipollas (risas).

—¿Cómo les sienta ver que sus canciones las cantan ya varias generaciones?

—(Risas) Imagínate. Cuando nos dicen que una niña se sabe nuestras canciones porque se las escuchaba a sus padres es un orgullo pero también nos hace pensar que somos muy mayores (risas). Somos como esa cinta de casette de José Luis Perales que escuchábamos en los coches de nuestros padres cuando íbamos de vacaciones (risas).

—Hay quien dice que junto a Mocedades son los grupos de música vascos más importantes de la historia...

—(Risas) Eso es mucho decir porque Mocedades es un referente. ¿Quién no los ha escuchado de niños y cantados sus canciones? Hablar de Mocedades es hablar de uno de los mejores grupos que ha dado este país.

—¿Aún hay quien les descubre ahora?

—Sí. Hay jóvenes que llegan a nosotros con los últimos discos y que van a Wikipedia para saber que antes de Leire estuvo con nosotros Amaia. Lo dicho, que somos muy mayores (risas).

—Han tardado siete años en sacar su nuevo disco, El planeta imaginario. ¿No tenían miedo que se olvidaran de ustedes?

—Afortunadamente nuestras canciones siguen sonando para bien o para mal. Han sido cinco años desde nuestro último trabajo en España porque estuvimos casi tres años de gira por América Latina con el proyecto Primera fila, un dvd de un concierto en México. Fue una gira que nos llevó desde el norte del continente hasta el sur de Argentina. Como para quejarnos de estar en Valencia, Vigo o Ibiza en pocos días (risas).

—¿Y grabar el disco cuanto han tardado?

—Dos años. Queríamos hacer nuestro mejor disco y además todos somos padres y tenemos otras obligaciones. Ahora todos trabajamos sólo media jornada.

—Y encima se fueron a Los Ángeles...

—(Risas) Nos fuimos para descansar de pañales y llantos. También hemos grabado en el estudio de siempre, en el sur de Francia, a 45 minutos de Donosti, y así hemos estado cerca de los nuestros.

—Tratan temas como el Alzheimer y la violencia de género. ¿Han madurado?

—Puede ser. Siempre nos han preocupado los temas sensibles pero ahora nos sentimos más seguros para escribir letras con la profundidad y la intensidad suficiente. No es que ahora seamos un grupo de gran conciencia social sino que tenemos la experiencia y el bagaje suficiente para hacerlo con dignidad.

—¿La canción Jueves sobre los atentados del 11M marcó fue un punto de inflexión del grupo?

—Con ella rompimos moldes y clichés que nos habían colocado de grupo de música pop light que sólo hablaba de amor y anécdotas de quinceañeros. Pero para nosotros lo más importante fue conseguir emocionar y ayudar a las víctimas. El poder reconfortar a los que sufrieron y que Pilar Manjón nos dijera que había emocionado a mucha gente fue lo más importante.