Hubo que esperar casi más de lo que el decoro indica hasta que finalmente con tres cuartos de hora de retraso sobre el horario anunciado apareció la primera de las modelos sobre la pequeña pasarela forrada con tela roja que había preparado la diseñadora Marisa Cela para presentar su colección otoño-invierno 2017-2018.

Afortunadamente, una vez concluído el desfile, la mayoría del centenar de personas que se dieron cita junto al restaurante La cava del paseo de Vara de Rey de Ibiza dieron por bien empleado el tiempo de espera marchándose con un magnífico sabor de boca.

Desde el primer momento se vio que las prendas presentadas por esta diseñadora que lleva más de treinta años de trabajo y cinco con su tienda abierta en la isla, dentro de la colección Fuerza y delicadeza iban a dar brillo, elegancia y glamour al céntrico espacio de la ciudad de Ibiza. Elaboradas con pelo natural, tules, algodón o pieles, y con los encajes o transparencias que son un sello indiscutible de su trabajo, la calidad de cada una de ellas fue innegable demostrando que están pensadas, como ella misma dice, «para mujeres con carácter, femeninas, sofisticadas y elegantes». Piezas por tanto concebidas para las que son jóvenes y buscan un look más desenfadado como para las que apuestan por largos vestidos para acudir a una cena de gala.

Dos bloques distintos

De hecho la pasarela se dividió en dos bloques completamente diferenciados con seis modelos cada uno. El primero comenzó con una joven ataviada con un vestido blanco, complementado con unos sorprendentes leggins rojos, botas negras y una chaqueta con preciosos bordados azules. Algo que fue el claro indicativo de que lo que íbamos a ver eran piezas pensadas para que el tipo de mujer que busca Marisa Cela pueda vestir en su día a día. Así, en la primera parte llamaron la atención llamativos abrigos, trajes de pantalón, lunares dorados combinados con chalecos de plumas o chales estampados sobre un mini short blanco.

Tras una actuación musical en la que una elegante cantante hizo viajar al público hasta el París de las décadas de los 20 y 30 del pasado siglo, llegó la segunda parte. Fue completamente diferente a la primera. Si los anteriores diseños estaban pensados para el día a día en esta ocasión Marisa Cela propuso un viaje al mundo de la noche. Para ello presentó una serie de combinaciones en las que la elegancia se convirtió en la gran protagonista. Abrigos de plumas, trajes negros semitransparentes muy bien confeccionados y que se ajustaban como un guante al cuerpo de la modelo, o chaquetas con grandes flecos de color verde brillaron sobre la pasarela. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. Fue con el último traje, un vestido de color plata, sobrio y elegante, que sirvió de cierre perfecto para la presentación de Fuerza y delicadeza en el centro de Ibiza. Y así al menos se lo agradeció el público que aplaudió entusiasmado al final de la pasarela, olvidando por un momento que ésta había comenzado con más de tres cuartos de hora de retraso.