Hoy me gustaría empezar este artículo con una pregunta: ¿Eres libre?

Es evidente que la respuesta correcta dependerá de la definición que le demos a la palabra ‘libertad’.

Existe la opinión muy extendida de que ser libre es poder hacer lo que nos venga en gana cuando queramos. Pero yo creo que es algo que no puede despacharse con tanta simpleza y se necesita un análisis más profundo. Porque si fuera algo tan sencillo todos nos sentiríamos libres en todo momento y, sin embargo, eso no es así, ¿verdad?

Opino que la libertad tiene más que ver con la coherencia interna. Es decir, que para poder hacer lo que queramos, en primer lugar, tenemos que ser honestos con nosotros mismos y, a pesar de nuestros miedos o, a pesar de la influencia de los otros, tenemos que ser capaces de reconocer lo que de verdad, desde lo más hondo de nuestro corazón, queremos.

Pero, para empezar, ahí está el primer problema. Eso de saber lo que de verdad queremos, no es nada fácil. De hecho, a algunas personas les lleva toda una vida descubrirlo y muchas llegan al final de sus días sin llegar nunca a saberlo.

Quizás pueda resultarnos más fácil saber lo que no queremos y ese ya es un gran paso. Pero llegar a saber lo que de verdad queremos requiere un trabajo de autoconocimiento y de introspección importante que para muchas personas resulta muy difícil o incluso imposible.

Pero supongamos que lo conseguimos y que descubrimos qué es lo que realmente queremos. Aquí se presentaría el segundo problema importante. Si queremos poder hacer eso que queremos, debemos ser capaces de defenderlo y de vivir de acuerdo con ello pase lo que pase y a pesar de lo que opinen los demás. Y eso es casi tan difícil o más que el paso anterior.

Es decir que, en mi opinión, la libertad personal va indisolublemente unida a la valentía y al coraje de ser capaces de honrar y de defender lo nuestro: lo que somos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que queremos, lo que necesitamos, lo que deseamos...

Y ser capaces, incluso cuando nos quedemos solos frente al mundo y nadie nos entienda o comparta nuestro particular y personal punto de vista.

Por lo tanto, tener libertad significa poder ejercerla. Es decir, poder elegir y decidir con todas las consecuencias que nuestras decisiones nos puedan acarrear, sean buenas o malas, positivas o negativas, fáciles o difíciles, cómodas o incómodas…

Evidentemente, con absoluto respeto a la libertad de los demás, claro. Aunque no compartan nuestro punto de vista, ellos también tienen derecho al suyo y aquí sería adecuado recordar la famosa frase de Jean-Paul Sartre: ‘nuestra libertad termina donde empieza la libertad de los demás’.

Si no podemos decidir lo que de verdad nos dicta el corazón, si no podemos elegir lo que nos ‘nace’ de dentro, si no somos capaces de defender lo que sentimos y pensamos, a pesar de todo y de todos, entonces, jamás seremos libres realmente por mucho que nos empeñemos en disfrazarlo de lo contrario.

Creeremos que lo somos y nos engañaremos a nosotros mismos, pero, en realidad, será nuestro miedo el que decida.

Y miedos hay muchos, unos más evidentes que otros: miedo al qué dirán, miedo a hacer daño o a decepcionar a alguien, miedo a quedar en ridículo o en evidencia, miedo a que nos rechacen, a que no nos acepten… Miedo a que salga bien, miedo a que salga mal, miedo…, miedo…miedo…

En nuestra sociedad, aparentemente ‘libre’, en la que nuestra seguridad y nuestra integridad afortunadamente no están en juego, se da mucha de esa ‘comodidad’ fabricada a medida, que nos protege de los posibles peligros que hay fuera y nos evita tener que arriesgarnos a salir de ella para perseguir nuestros sueños.

Y eso nos hace sentir muy seguros, pero también muy infelices. Y, evidentemente, no nos hace libres sino que nos enjaula en la cárcel de nuestros miedos.

Pero, además, en este tema tan complejo de la libertad habría, en mi opinión, un ingrediente más por si la cosa no fuera ya lo suficientemente complicada. Y ese no es otro que el de la responsabilidad. Ser libres significa saber asumir la responsabilidad de nuestros actos y no echar balones fuera cuando las consecuencias de lo que hagamos no sean como esperábamos.

Ser responsables es asumir nuestra parte y reconocer que, para bien o para mal, lo que sucede en nuestra vida está en nuestra mano y depende de nosotros, y no de los demás, o de las circunstancias, o de la suerte…

Es decir, que si no sabemos ser responsables de nosotros mismos tampoco podremos ser libres.

Entonces, resumiendo, ser libres es saber lo que queremos, defenderlo a pesar de nuestros miedos y responsabilizarnos de sus consecuencias.

Y tú, ¿eres libre?