El mítico músico madrileño Javier Vargas en Marina Botafoch. | DANIEL ESPINOSA

Javier Vargas es historia viva de la música española. Fundador de la Vargas Blues Band ha tocado con los mejores y en casi todo el mundo. Aprovechando uno de sus escasos días libres y que actuó en Can Ventosa el 12 de enero para presentar su último trabajo Cambalache & Bronca tuvimos el privilegio de convertirlo en Sardina Negra en Marina Botafoch en una mañana de invierno a 20 grados. Allí, mirando a Dalt Vila, nos regaló una entrevista repleta de titulares y una lección de vida que nunca olvidaremos. Y además, tocó un ukelele desafinado que nos trajo nuestro querido fotógrafo Dani Espinosa.

—Muchísimas gracias por atendernos. Creo que va súper liado...

—De nada. Lo cierto es que normalmente sólo hago entrevistas cuando promociono una gira o un nuevo disco pero aquí en Ibiza es especial. Y sí, estoy hasta arriba. Tenía que ir a Estados Unidos a grabar unos temas pero al final, como no tengo 11 días libres, lo haré desde Europa.

—¿Por qué Ibiza es especial para usted?

—Aquí estoy más relajado y puedo desconectar casi completamente. No hay el estrés de los aviones, los atascos o la contaminación.

—Es casi un ibicenco más. ¿Cuántos años lleva con nosotros?

—Muchísimos. Tengo casa aquí desde hace doce años pero vine por primera vez a finales de los años 70. Me acuerdo perfectamente que fue una semana después del concierto de Bob Marley en la plaza de toros. Cuando lo vi anunciado en los carteles no me lo podía creer. De hecho, para recordarlo he visto los programas que se hicieron en la época con mi gran amigo Carlos Tena.

—Me imagino que ya no reconocerá la isla.

—Sin duda. Arquitectónicamente ya no queda casi nada de lo bonito porque se ha construido donde se ha querido. Y musicalmente antes Ibiza estaba llena de rock, soul o reggae y ahora es el paraíso de la música electrónica.

—Creo que tuvo una experiencia con la música electrónica y no le fue muy bien...

—(Risas). No tanto. Yo nunca me cierro en banda a ningún tipo de música y de hecho he experimentado con la electrónica en alguna ocasión, adaptándola al blues o al rock. Lo que pasa es que en ocasiones es demasiado repetitiva y comercial, y eso no me interesa.

—¿Un músico con su trayectoria qué piensa cuando alguien monta una sesión con un USB y un ordenador?

—Ellos sabrán. También es cierto que hay quien se va con un ordenador a una montaña y graba magia. Las nuevas tecnologías son muy útiles y actualmente son herramientas que pueden sustituir a las antiguas guitarras, amplificadores o baterías. La clave está en la creatividad.

—¿No cree que la música actual carece de eso precisamente?

—Puede ser, aunque también hay cosas maravillosas en la música comercial. Yo, sinceramente, prefiero la de los 60 y 70 porque la de ahora, por lo general, es bastante repetitiva.

—En una entrevista la calificó de aburrida.

—Sólo la comercial, la que intentan meternos como sea a través de las grandes radios. Estamos en lo mismo, no sirve de nada tener las mejores herramientas si no hay creatividad. El house, por ejemplo, es todo igual y lo único que cambia es la cara del dj que la pincha.

—¿Como París Hilton?

—En parte sí. Tambien es una cuestión de poder y de imagen, dos cosas que siempre han ido ligadas a la música porque la gente se siente muy identificadas con ellas. A mí eso no me gusta. Soy más chapado a la antigua. Con decirte que con 12 años escuchaba a Frank Zappa, Jimmy Hendrix o Miles Davis. (Risas)

—He leído que aprendió escuchando la radio. ¿Ahora es todo más fácil con Youtube?

—Sin duda. Ahora un chico que quiera tocar la guitarra, la armónica o un teclado tiene miles de tutoriales gratis en Youtube. Los de mi generación aprendimos mirando, contratando profesores para que nos dieran alguna clase o preguntando a los músicos de la calle. Además había que atreverse a viajar por todo el mundo. Yo me fui a Estados Unidos, a Nashville, y allí por las noches salía a conocer grupos y cantantes y a pedirles por favor que me dejaran tocar con ellos antes de los conciertos.

—También ha cambiado la forma de escuchar música...

—Claro, ahora llevas tu discografía en un USB. Además, ahora, los cientos de vinilos que acumulabas en grandes habitaciones están en un móvil.

—¿La tecnología lo hace más sencillo todo?

—Puede ser, pero que nadie olvide que detrás de lo que está escuchando hay muchas horas de sacrificio y esfuerzo por parte de los músicos.

—¿Guitarrista se hace o se nace?

—Hay algunos casos que se hacen a base de trabajo pero si no lo llevas en los genes no hay mucho que hacer. Yo he visto a chicos con siete años tocando el piano o con once siendo mejores bajistas que un hombre de sesenta. Esa gente tiene un don especial, como Mozart en su día.

—¿También es importante gestionar el éxito?

—Sí. El éxito forma parte del proceso y el ego es el mayor enemigo con el que se puede encontrar un ser humano. Yo siempre me digo que hay que tener los pies en la tierra y la mente en las estrellas y que siempre hay que seguir aprendiendo y mejorando. Si te crees el mejor siempre habrá un espejo que te devolverá la realidad. No me gusta la gente que va con la cabeza alta creyéndose más que nadie.

—¿Entonces, cuál es el secreto que les da a los jóvenes que empiezan?

—Que en esta vida hay que tener fe en lo que quieres y que digan gracias las veces que sean necesarias. El camino es duro y complicado pero siempre hay que ser agradecidos porque en el fondo somos unos privilegiados de trabajar en lo que más nos gusta.

—Pero no todo en la música es ideal.

—Claro que no. Son muchas horas de viaje, maletas, pasaportes, esperas en los aeropuertos. Al final lo más sencillo, entre comillas, son las dos horas en las que cantas. Aún recuerdo una gira por Canadá, saliendo desde Nueva Jersey en la que hicimos cientos de kilómetros y horas y horas de carretera justo después del 11 de septiembre. Y no contento con eso, también entrevistas y fotos de promoción. Sí, hay mucho esfuerzo detrás que no se ve.

—¿Y arriesgarse? ¿Lanzarse al vacío?

—Sin duda. Uno de los grandes problemas de la humanidad es el miedo a no querer abandonar nuestra zona de confort. En la vida hay que luchar por conseguir nuestros sueños y no quedarse pensando que ya lo tenemos todo. Con eso sólo se consigue tener más infelicidad.

—Usted acaba de sacar Cambalache & Bronca, ¿es un valiente o un loco romántico?

—(Risas). No lo sé. Para mí sacar un disco es vocacional, como escribir un libro para un escritor o pintar un cuadro para un pintor. Además supone visitar otros países, enseñar tu nueva música y aportar mi granito de arena para que esto no desaparezca. Yo concibo mis últimos trabajos como obras de arte en los que pueda ofrecer algo más que simple música porque al final ésta se escucha en el ordenador o el móvil.

—Cambalache está basado en el tango del mismo nombre de Enrique Santos Discépolo. Parece mentira que esté tan de actualidad casi ochenta años después...

—Es porque en la humanidad, sea el siglo que sea, siempre ha habido corrupción y maldad.

—Vamos, que el mundo es y será una porquería...

—Sin duda. El ser humano es cruel y depredador por naturaleza.

—Afortunadamente la música siempre está ahí para mover conciencias.

—Claro, una canción o una melodía transmite más que 40.000 palabras de políticos. Cuando sale del corazón llega directo a otro corazón.

—Y ahora, ¿en qué está metido?

—Pues en un trabajo con el sobrino de Mick Jagger. Además, creo que la Warner tiene pensado sacar un recopilatorio de toda mi carrera y, de momento, dejaré aparcada la Vargas Blues Band por un tiempo.

PEQUEÑA BIOGRAFÍA

Javier Vargas nació en Madrid en 1958.

Está considerado como uno de los mejores guitarristas de blues y rock que ha dado España en los últimos años.

Es el fundador y el líder de la Vargas Blues Band. En su carrera ha grabado una veintena de álbumes de estudio, tres en directo, varios DVD de sus conciertos y distintas recopilaciones.

También ha grabado dos discos tributo al rock argentino y su último trabajo se llama Cambalache & Bronca.

Además, ha liderado el proyecto Vargas, Bogert & Appice + Shortino, que reunió al bajista Tim Bogert, al batería Carmine Appice, y al cantante Paul Shortino.

A lo largo de su trayectoria ha colaborado con músicos como Carlos Santana, Glenn Hughes, Raimundo Amador, Miguel Ríos, Andrés Calamaro, Prince, Devon Allman o Manolo Tena, con quien compuso el tema Sangre española.

A FONDO

✎ UN LIBRO. Soy muy de cómics pero ‘El cartero’, de Charles Bukowski
✎ UNA PELÍCULA. Cualquiera de Stanley Kubrick
✎ UNA SERIE. Breaking Bad
✎ UN GRUPO. Mick Jagger
✎ UN COLOR. Negro
✎ UN PLATO DE COCINA. La hindú
✎ UN DEPORTE. Caminar
✎ UN VIAJE QUE NUNCA OLVIDARÁ. Canadá
✎ UN LUGAR DE LA ISLA DONDE SE PERDERÍA. Dalt Vila
✎ UNA MANÍA. Afinar la guitarra antes de tocar
✎ UN DEFECTO. Ser demasiado generoso y olvidarme de mí
✎ UNA VIRTUD. Ser demasiado generoso
✎ UN SUEÑO POR CUMPLIR. Que mi música llegue a todos los lugares
✎ ALGUIEN A QUIEN ADMIRE. Jeff Beck
✎ TE HUBIERA ENCANTADO SER... Algo relacionado con el cine