Afrontar una pérdida

Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos tenido que enfrentar a alguna pérdida. Y, por pérdida, no me refiero solo a la pérdida de un ser querido, sino a todo tipo de situaciones que puedan suponernos un cambio importante.

Por ejemplo: perder un trabajo, una pareja, nuestra mascota, nuestra salud, un cambio de vivienda, de ciudad, de país, de trabajo, de situación económica, de status social… Entrar en la edad adulta, llegar a la menopausia, jubilarnos, tener que dejar de hacer algo que amamos…

Cualquiera de estas situaciones, pueden llegar a ser extremadamente dolorosas y difíciles para muchas personas, y pueden llegar asumirlas en una enorme tristeza, y suponer un proceso de duelo que necesite un tiempo, más o menos largo, para poder superarlo y volver a recuperar la alegría.

Algo muy importante para poder ayudar a alguien cercano que esté atravesando una pérdida dolorosa es que jamás debemos de trivializar e infravalorar el dolor que está sintiendo.

Lo que para nosotros puede parecer algo sin ninguna importancia, para otras personas puede ser
realmente terrible. Una burla o una crítica pueden agravar aún más su dolor y empeorar mucha la situación.

Otro aspecto que puede agravar mucho el problema es que, tradicionalmente, no se nos ha educado para afrontar situaciones dolorosas y no sabemos cómo hacerlo.

Creemos que nuestro mundo se ha derrumbado para siempre y que no seremos capaces de continuar adelante con normalidad de nuevo.

Sin embargo, de la misma manera que somos capaces de recuperarnos de un proceso físico muy doloroso, también, cuando el dolor es emocional, podemos ser capaces de ‘curarnos’ y recuperarnos.

Aunque también son necesarios un tiempo y unos cuidados adecuados, y puede ser que nos queden ‘cicatrices’, es posible afrontar y superar esas pérdidas con éxito.

Por desgracia, en nuestra cultura, el sufrimiento no está bien visto. No se nos permite mostrarlo y, nos produce mucho pudor que alguien lo muestre abiertamente delante de nosotros.

Se tiende a taparlo, a esconderlo y a llevarlo en silencio, para que nadie lo sepa, o para no recibir la incomprensión o el rechazo de los demás. Y eso, solo hace que agravar el problema.

Si no nos permitimos sentir nuestro dolor, si estamos continuamente negándolo u ocultándolo, si no le damos la importancia real que verdaderamente tiene para nosotros, y no le dejamos espacio para que aflore y se manifieste como necesitemos, lo que estamos haciendo es hacerlo más fuerte y resistente, y será más difícil superarlo.

Cuando una pérdida importante nos sacude, evidentemente, nos causa un dolor intenso que es normal sentir. Pero, si nos resistimos a esa pérdida, si luchamos contra ella o la negamos, a ese dolor normal le añadimos un segundo sufrimiento que agrava el problema y nos hace sentir aún peor.

Esa resistencia, esa lucha, ese no querer aceptar lo que ha sucedido, es a lo que llamaríamos el segundo sufrimiento, y es el que sería opcional y el que podemos elegir no alimentar, si somos conscientes de él cuando se produce.

Lo que nos va a permitir poder seguir adelante es la aceptación. Ser capaces de aceptar que las cosas son como son y dejar de luchar porque hubieran sido de otra manera, algo que necesita un tiempo para que suceda.

Debemos de permitirnos sentir nuestro dolor y dejar que ‘hable’ y que exprese lo que necesitemos en esos duros momentos. Si sentimos que necesitamos llorar, o descansar, o aislarnos, o compartirlo con alguien de confianza, eso es lo que debemos hacer.

También, nos puede ayudar mucho escribirlo. Hacerlo nos obliga a darle una estructura y una lógica a lo que sentimos que nos ayuda mucho a procesar y elaborar eso que nos acongoja tanto, y, en cierta manera, a entenderlo y verlo desde una perspectiva más objetiva, para poder afrontarlo mejor.

Afrontar una pérdida es un proceso individual que cada uno siente y elabora a su manera, pero, existen unas fases o etapas por las que todos, de una u otra manera, pasamos.

No tienen por qué ser iguales para todos, ni producirse todas, o en este orden, pero, generalmente,
son:

- Negación: Como mecanismo de defensa para amortiguar el impacto. En un primer momento, nos resistimos a creer que eso tan doloroso ha sucedido.

- Ira: Después, nos rebelamos contra esa realidad y surgen los ‘porqués’ y el rechazo. Negociación: Puede suceder que intentemos internamente ‘negociar’, hacer algún tipo de trato con algo o alguien superior, para intentar revertir la situación a cambio de algún tipo de concesión personal.

- Depresión: Nos hacemos plenamente conscientes de lo sucedido. Nos derrumbamos y nos rendimos a la realidad.

- Aceptación: Por fin, cuando somos capaces de aceptar que los hechos han sido los que han sido, podemos empezar a mirar hacia adelante y pensar en cómo continuar con nuestra vida, a pesar de ellos.