Un momento de la representación ‘Zénit, la realidad a su medida’.

Este domingo se estrena a las 20.00 horas en Can Ventosa la obra Zénit, la realidad a su medida de la mítica compañía Els Joglars. Dirigida por Ramón Fontserè, está centrada en la redacción del periódico Zénit y a través de ella se analiza con su particular estilo mordaz y satírico la situación de los medios de comunicación. Tal vez por ello, la conversación con Fontserè para hablar de la obra se acaba convirtiendo en una amena charla, más propia de una barra de bar que de una entrevista. Una charla en la que, por cierto, abordamos todo tipo de temas. Sin filtros.

—En el dossier pone que es una obra satírica y musical. ¿Qué encontraremos en Zénit, la realidad a su medida?
—Bueno no es un musical. Que la gente no se crea que va a ver Mamma Mía o El rey león sino una obra divertida, crítica e irónica en el que la música, en este caso de Tchaikowski, se combina con piezas teatrales. Siempre lo hemos hecho así porque creemos que la música es mucho más poética y emotiva que la palabra.

—Pero crítica, humor e ironía seguro que encontraremos ¿no?
—Por supuesto. Es una obra de Els Joglars de toda la vida. El humor y la ironía es la manera más eficaz de poner distancia con los temas importantes. El humor siempre surte más efecto que los gritos.

—Gracias a ello llevan más de cincuenta años al pie del cañón... mi madre me dice que no se podría entender España sin Els Joglars...
—(Risas). Cincuenta y seis años para ser exactos. Se fundó en 1962 y siempre hemos sido fieles a nuestra forma de entender la vida y el teatro a pesar de los cambios que ha sufrido España en este tiempo.

—En Zenit se hace una reflexión sobre los medios de comunicación. ¿Qué opina Els Joglars del cuarto poder?
—Más que una reflexión es un grito de alerta a los que antes se llamaban lectores y ahora son usuarios. No hay que creerse todas las noticias que les llegan, es necesario ponerlas al baño maría, y luego extrapolar lo que consideremos.

—¿Se apela entonces a la responsabilidad del lector y del medio de comunicación?
—Sí. No es un espectáculo maniqueo en el que los medios son muy malos y en el que se cuenta como nos manipulan diariamente. Simplemente es un análisis de la sociedad actual.

—Lo cierto es que la sociedad y los medios han cambiado mucho con la llegada de las nuevas tecnologías.
—Sin duda. En la obra alertamos de que hay que tener cuidado porque no todo lo que sale en las redes sociales es verdad. Además, reflexionamos sobre como ha cambiado la información a la hora de escoger las noticias. Actualmente vivimos en un mundo en el que nos ametrallan de noticias constantemente sin tiempo para poder leer tranquilamente dos periódicos de ideologías contrarias y poder extraer conclusiones. Yo, personalmente, siento una pérdida de energía total ante esta avalancha de información.

—Además, ahora todo se mide en número de visitas...
—Es cierto. Ahora es fundamental la rapidez a la hora de colgar una noticia en Internet. Y eso en ocasiones juega en contra de la propia información porque no hay tiempo para contrastarla.

—¿No cree que hoy en día se decide lo que se publica pensando en el número de cliks en lugar de si una información es realmente buena o está bien trabajada?
—Sin duda. Hemos llegado a una total banalización de la información. Hoy importa más el tropezón de Putin al salir de su avión que una buena información sobre su política en Ucrania o su política nuclear. Sigue habiendo profesionales magníficos en el periodismo pero estamos tendiendo hacia la frivolité dejando de lado temas que afectan a millones de personas y de los que convendría estar más informado.

—¿Y qué opina de que los medios de comunicación cada vez estén más vendidos a las empresas? En muchas ocasiones hay cosas que no se publican o sí, dependiendo de ciertos intereses. ¿Cree que hay libertad de prensa?
—Hay de todo. En parte es lógico que los medios de comunicación tengan la mirada en quien les paga porque tienen que comer durante todo el mes. De hecho en Zenit, la jefa de redacción defiende que caerá la república, llegará la monarquía, caerá la monarquía y llegará la dictadura y nosotros estaremos con quien más nos convenga. (Risas).

—¿Entonces?
—Pues que el equilibrio es complicado. En la obra hay un periodista de la vieja escuela, llamado Martín, de esos que tiene las suelas gastadas de hacer calle y que aunque no es trigo limpio siempre apuesta por contrastar la información antes de publicarla y por cumplir con los códigos deontológicos. Sin embargo, al final siempre se encuentra con ese aforismo que dice «no dejes que la realidad nos arruine un buen titular».