Una enfermedad hereditaria que conviene diagnosticar de manera precoz.

La enfermedad renal poliquística, también conocida por sus siglas en inglés PKD (Poliquistic Kidney Disease), es una enfermedad hereditaria muy grave que suelen padecer algunas razas de gato de pelo largo (persa, exótico, etc.). El PKD está causado por un gen dominante que, según se cree, se originó en la raza persa.Aunque las actuales normas de registro del GCCF (siglas en inglés de Governing Council of the Cat Fancy, máxima autoridad británica en materia de razas felinas) prohíben la presencia de Persas en los pedigríes de la mayoría de razas, no siempre ha sido así. El estudio de un pedigrí antiguo a menudo nos revela la existencia de las razas más sorprendentes entre los antecesores, junto a gatos no identificados que podrían ser de cualquier origen.

Debido a que la presencia de un Persa, o de alguna otra raza de alto riesgo, en los antecesores de cualquier raza posiblemente signifique que el gen del PKD ha sido introducido en ese pool genético, hay un riesgo de que este gen esté presente en muchas razas diferentes.

¿En qué consiste?

Uno o los dos riñones del gato desarrollan unos quistes llenos de líquido. Dichos quistes van creciendo y destruyendo el tejido sano que los rodea, llegando a afectar la función de estos órganos y desencadenado una insuficiencia renal irreversible.

El riñón presenta múltiples quistes llenos de líquido que invaden el tejido y alteran la función renal.

¿Por qué se produce?

Se trata de una enfermedad hereditaria, producida por una mutación genética en el gen PKD1. Por lo tanto, se puede transmitir de una generación a otra, siendo recomendable que un animal con PKD no se utilice como reproductor, para intentar ir erradicando el problema y que no se vaya pasando de padres a hijos.

¿Qué síntomas puede tener mi gato afectado?

La sintomatología que presenta un gato afectado con PKD es la propia de una insuficiencia renal, es decir, anorexia, depresión, elevado ingesta de agua, pérdida de peso, etc. Finalmente, se puede acabar produciendo la muerte.

A veces un gatito afectado, desarrolla la enfermedad a edades tempranas, teniendo una evolución rápida y fatal. Pero, la mayor parte de las veces se desarrolla a edades más tardías, es decir, se desarrolla de forma silenciosa durante varios años. El propietario cree que tiene un gato sano, sin embargo los riñones de su mascota están enfermos. Las señales de alarma comienzan a darse tarde, cuando la enfermedad ya está avanzada. Es por esta razón por la que los profesionales hacemos especial hincapié en un diagnóstico temprano.

¿Cómo puedo saber si mi gato tiene PKD?

Lo recomendable es que si tenemos un felino de raza de pelo largo, persa o exótico, consultemos a nuestro veterinario para realizar un estudio que permita determinar si los riñones de nuestro gato tienen quistes.

Una forma sencilla de diagnosticarlo es mediante una ecografía entre los 9 y 12 meses de edad. De esta forma podremos saber si uno o los dos riñones están afectados, y por lo tanto, administrar inmediatamente un tratamiento.

Sabías que...

Aproximadamente el 30% de los gatos Persa a los que se realiza la ecografía al año de vida tiene el PKD.

Los síntomas de PKD pueden evidenciarse entre los 4 y los 7 años de edad del gato.

Para evitar que la enfermedad se difunda entre la población de razas felinas de pelo largo se aconseja la castración de individuos afectados y los clubs de criadores no aceptan individuos con esta enfermedad.

Un diagnóstico precoz permite establecer un tratamiento temprano para retrasar la evolución de la enfermedad renal y sus síntomas.

¿Hay tratamiento?

El tratamiento que se instaura va encaminado a retrasar la evolución de la enfermedad renal y sus síntomas, ya que no existe un tratamiento curativo definitivo.

Existe la posibilidad de que sólo esté afectado un riñón, en ese caso puede extirparse éste y nuestro gato puede seguir disfrutando de una vida normal con el riñón sano. Sin embargo, la mayoría de las veces, la enfermedad es bilateral (afecta a los dos riñones), siendo necesario administrar, en primer lugar, una dieta especial para que estos órganos funcionen mas cómodamente y tengan que trabajar menos. Se trata de una dieta baja en fósforo y sodio. Además se puede complementar con un tratamiento sintomático. Y lo más importante, realizar revisiones periódicas para ver la evolución de la enfermedad.