José Navarro fue empleado de Autoritat Portuària desde 1974 | Arguiñe Escandón

José Navarro ha trabajado casi toda su vida en tierra, pero al servicio del mar. Este entrañable sevillano solo tiene palabras de agradecimiento hacia el lugar que le abrió las puertas y las gentes que lo habitan, gente de la mar que, como él, han trabajado para el puerto de Ibiza. Piezas clave de un engranaje que se ha ido conformando con los años; el que ha hecho posible que el puerto de Ibiza goce hoy de su esplendor. Un esplendor que puede incomodar o no, pero que ha sido posible gracias a personas como él y a su sentido de la responsabilidad. José conoce cada recoveco y rincón del paseo de la Ibiza Magna y relata, para Periódico de Ibiza y Formentera, qué fue y qué es de esta pequeña gran parte de Ibiza, epicentro de la vida pitiusa, cuando trabajaba para Autoritat Portuària.

¿Háblenos de sus orígenes y de cómo viene a parar a Ibiza?

- Pues yo tengo poca familia porque me quedé huérfano desde pequeño. Vivía con mi abuela y trabajaba de camarero en La Puebla de Cazalla, en Sevilla. Había muchas personas del pueblo que venían a Ibiza a buscarse la vida. Entonces decidí venirme después de la Semana Santa porque yo era cofrade en el pueblo y quise venirme después. Me advirtieron de que el trabajo salía antes de Semana Santa aquí, pero no quise perderme la Pascua. Encontré trabajo rápidamente. Entonces corría el año 69 y estuve hasta el 74 en un hotel y como camarero en el bar Fenix.

¿Cómo acaba trabajando para el puerto?

- Lo recuerdo perfectamente, empecé en el puerto el 1 de agosto del 1974. Mi idea fue quedarme aquí para siempre. Volvía a Sevilla en Semana Santa, pero en el pueblo había poco trabajo y aquí se ganaba más. En Autoridad Portuaria, que entonces era Grupo de Puertos de Baleares la oportunidad llegó porque en aquel tiempo había mucho trabajo y primero me cogieron para un puesto de seguridad, para trabajar en el control de acceso. Pusieron un anuncio en el periódico, me presenté y me aceptaron. En aquel entonces no se presentó mucha gente, porque sobraba el trabajo y ese no le gustaba a la gente.

¿Por qué cree que no le gustaba ese puesto a la gente?

- Porque entonces era un poco ingrato. Había que controlar mucho el paso de coches en el control que estaba en el mismo sitio que ahora. Había un horario permanente con el tráfico que ya había y la cantidad de barcos que llegaban ya. A veces incluso de noche, aunque luego se quitó porque era muy ingrato, venían personas bebidas y alegres y tenías que llevar aquello de la mejor manera, a veces, estando solos allí. Eran otros tiempos. Los tiempos para unas cosas son mejores y para otras peor, entonces era trabajoso.

¿En qué consistía una jornada de trabajo?

- La misión que teníamos era permitir que las operaciones portuarias se realizaran con seguridad tanto para las personas, como para las mercancías y las instalaciones. Porque un barco a veces no podían trabajar, ni bajar las rampas, por el tráfico de vehículos que había. Algunos barcos hasta demoraban porque no podían ni desembarcar, porque estaba toda la zona de operaciones, el empedrado, llena de coches. Por eso se puso el control. Al principio a la gente no le gustó, pero al final se dieron cuenta de que si querían que vinieran barcos, tenía que haber un control.

Esa cantidad de tráfico, ¿ya en los años 70?

- Sí. Había mucho tráfico y muchas personas, porque este era el paseo de la Ibiza de entonces, todo el mundo paseaba por aquí y había que evitar accidentes cuanto descargaban los barcos. Cuando yo empecé descargaban en el muelle de la Marina, que ahora es el muelle Sur (Levante).

Y, ¿qué tipo de embarcaciones atracaban aquí?

- Yo recuerdo las de Formentera y veleros también. Esto también servía para Correos, que también eran barcos de pasajeros y más arriba atracaban los rolones de carga que empezaron a venir. Al final del pantalán estaba la cofradía de pescadores. Al final, se quitó la cofradía, que se mando a su ubicación actual, delante de capitanía y se hizo una cosa muy importante. Yo no entiendo mucho, pero es lo que se llamaba un muelle adosado, como unos atraques para que los buques pudieran descargar en condiciones. Eso fue un acierto. Y otro acierto, que admiro más, fue para la gente de Formentera.

¿Qué pasó con Formentera?

- Pues que yo recuerdo que los barcos de Formentera de mercancías perecederas no iban en condiciones porque incluso eran barcos pequeños. Fue entonces que se hizo la idea de poner en marcha las barcas de Formentera. Un consignatario adquirió el buque Ibiza y el Es Palmador, en los que empezaron a embarcar vehículos, incluso camiones frigoríficos. Y eso fue un acierto para Formentera, porque incluso las mercancías perecederas iban allí y los coches, visto y comprobado que el muelle no estaba terminado que los barcos ya estaban aquí.

Entonces, ¿había más barcos que muelle?

- Porque era muy necesario. Yo recuerdo que la Joven Dolores podía llevar tres coches y los subían a pulso. Admiro al consignatario que pensó adquirir los barcos para abastecer a Formentera y al Grupo de Puertos de Baleares, que enseguida ofreció una rampa para las embarcaciones.

¿Quién era la persona que adquirió las embarcaciones para abastecer a Formentera?

- Yo creo que era la familia Matutes, aunque no recuerdo quién de ellos

Cuéntenos, ¿con qué tipo de usuarios trataba en el puerto?

- Como todo el movimiento estaba aquí dentro en el control había unas normas, lo vehículos que entraban por necesidad entraban, sino no se le dejaba. Cargas difícilmente transportables, profesionales, funcionarios de servicio, ancianos o enfermos autorizados por tiempo limitado. Las personas pasaban libremente pero si había un barco desembarcando se les pedía que se apartaran.

Y, ¿por la noche?

- De noche no estuve mucho tiempo. Desde las 7.00 horas y hasta las 3.00 era el servicio en el control y el tiempo restante se dejaba abierto, porque era conflictivo y venía la gente alegre de las discotecas. Cuando el puerto se ponían en funcionamiento se tenía que localizar a los dueños que dejaban el coche de noche. Vecinos tenían permisos, algunos sin permisos...el puerto está tan a la mano de la ciudad que todo el mundo quiere entrar con el coche, si ahora se dejara abierto, no sé que pasaría.

¿Qué opina sobre las nuevas autorizaciones de acceso?

- Yo he leído y en mi opinión, como lo he vivido, es que la Autoridad Portuaria tiene que ir con cuidado con las autorizaciones. Habrían accidentes y no puede ser. Hay que ir con mucho cuidado en el puerto y habrá que estudiar quién puede entrar, pero si esto se llena de coches y no se puede trabajar ¿qué?

Entonces, habrá leído también la normativa que limita la entrada de taxis, ¿qué opina?

- Yo comprendo que es ingrato, pero si yo fuera responsable hay que pensárselo muy bien, es complicado.

Después, le trasladaron de puesto, ¿adónde?

- Pues después empecé de celador guardamuelles. Iba compaginando con seguridad. Había que controlarlo todo. La entrada y salida de barcos, las comunicaciones por radio. Yo recuerdo que como era pequeño, la emisora casi me arrastraba a mí de lo grande que era. Lo que pasaba es que los yates querían atracar, pero si en su lugar había un velero que tenía que descargar correo, tenía preferencia y teníamos que estar atentos. Entonces el permiso de atraque se hacía por escrito, no por radio. Los que no tenían autorización no podían ni acercarse al muelle. Si venía un yate se le decía, porque aquí habían asignados los amarres.

Tal y cómo lo explica, ¿era algo caótico controlar la entrada de embarcaciones?

- Algo, pero se funcionaba. Me ocupaba de informar de todo lo que pasara encima del muelle, roturas, limpieza, contenedores, orden. la función de Autoridad Portuaria es muy amplia. De celador gestionábamos los amarres o las autorizaciones en el tiempo de estacionamiento de vehículos. También teníamos que controlar que las embarcaciones no hicieran uso no autorizado de las instalaciones, como tomas de luz o agua, comunicar desperfectos, como los que provocaban algunos barcos en el atraque.

Debían andar con mil ojo, ¿recuerda usted algún incidente?

Yo recuerdo un crucero que atracó y rompió las defensas. O a veces atracaban barcos en el pantalán de combustible de butano y gasoil. Uno de los barcos, que la gente se acordará, el Joan Bach, que hacía la ruta Barcelona, Palma e Ibiza se pegó contra el pantalán de combustible. La suerte es que aquel día no habían más barcos, si no hubiera sido un desastre, porque era un barco grande pegado con un petrolero. A partir de ahí se tomaron medidas para que no coincidieran un barco con otro.

Por lo que explica, tenía que andar con mil ojos...

- Sí. Estando en la limpieza de mantenimiento también, aunque más tranquilo. Estaba con mi carrito y un camión grande partió dos barreras del puerto y yo llamé para informar. Al rato me vio el camionero, y me dijo ‘vaya, barrendero y chivatito, ¿no?’ (ríe). Entonces yo le contesté para restarle importancia: ‘hombre no. Mire usted, venía un jefe mío por allí y mi deber es informar. Luego a usted le pagará el seguro o lo que sea’, pero como empleado del puerto, si veo un accidente o algo, yo tengo que colaborar. Hay que se humilde porque hay que ponerse en el sitio del otro. Sin perder la firmeza, pero hay que cumplir con el deber evitando todos los follones que se puedan.

Entonces, ¿también se ocupó de la limpieza del puerto?

- Empecé después de ser celador en funciones, hasta el 87. Porque por esos años llegaron las normas y para ser celador había que formarse y ser nombrado. Siempre me ha gustado darme paseos y mirar cómo estaba todo, pero estaba cansando ya y entonces me pasaron a mantenimiento. Me gusta esto de la limpieza y entonces yo ayudaba a los compañeros y oficiales en reparaciones, pero tenía unas horas para la limpieza. Habían empresas externas pero algunos sitios se ocupaba AP. Y como también me gustaba la vigilancia me ocupaba de informar. Yo era poco manitas.

Toda la vida trabajando al servicio del mar y, ¿no ha navegado?

- Aquí hay unos compañeros que iban a ocuparse del mantenimiento de los faros y fui un par o tres de veces con ellos. Eran los técnicos mecánicos de señales marítimas, un trabajo muy importante también. Entonces los ayudaba a llevar las cosas. Las vistas eran muy bonitas.

¿Qué faros ha visitado?

- No me acuerdo mucho, pero creo que el de Es Vedrá y otras balizas que hay en medio del mar. Aunque eso ahora está automatizado, cuando hay una avería van los técnicos a arreglarlas. A veces me mareaba en los barcos, por tanto lo mío era estar en tierra.

Y, ¿cuando llegaron los yates y megayates?

- Yo cuando estuve aquí no llegaban aún. Iban a Botafoch y los yates no se dejaban aquí porque faltaba muelle. Entonces llegaron las ampliaciones. Yo conocí el muelle adosado, que fue muy buena idea, el de Formentera y el comercial cuando lo pusieron en marcha y lo trasladaron, fue una obra muy importante y necesaria también.

Habrá visto algún famosos llegando en una embarcación, ¿no?

- Bueno, príncipes árabes estos últimos años. Lo que sí recuerdo cuando desembarcó el primer presidente del gobierno democrático para pasar una vacaciones, el señor Adolfo Suárez, que en paz descanse. Atracó por el contramuelle, habían muchas autoridades y gente esperando. Imagínese, el presidente aquí en Ibiza por primera vez.

¿Con qué se queda de esa etapa tan perdurable como trabajador del puerto?

- Llevo dos años jubilado y he hecho muchos amigos y conocidos. El puerto es mi vida. He intentado estar en mi sitio, los compañeros se han portado bien, y el trabajo se sacaba adelante. Uno de los jefes decía que si se trabaja en equipo y con buena armonía el trabajo se saca, es lo fundamental.