Valores. | Steinmeyer

El paso del tiempo deja huellas, huellas que generalmente deseamos borrar. En ocasiones, esta huella del paso del tiempo convertida en pátina caracteriza los elementos. Hubo épocas y culturas que mostraron su claro rechazo al desgaste y su consiguiente aspecto. Aunque dependiendo de cada cual, el cariño por un cuero de antaño puede ser inmenso y el valor asociado a vivencias vividas, gracias al recuerdo persistente, sobrevive finalmente al abandono.

Los humanos mostramos esas controversias casi a diario. Hay quien es puro y colecciona antigüedades. Otros no quieren convivir con esa historia y se acomodan entre novedades, luciendo futuro. Algunos, sin embargo, y no son pocos, se dejan llevar por el momento del presente y compran desgaste. Y ante la incomprensión de aquellos que rechazan lo usado, surge la pregunta de: ¿cómo es posible que se pague por rotos? Pues sí, sí es posible.

Y se llama diseño. Lejos del ya clásico vintage, el humano se siente bien entre objetos aparentemente usados cuando hace no mucho intentaba deshacerse rápidamente de ellos porque eran mal vistos. Ahora, claro, esta pátina artificial impresa no se degrada más y es más bien un testigo de un momento determinado, congelado e inmortalizado, que no es más que una ilusión inexistente en realidad.

El Kintsugi es un arte centenario que aboga por la durabilidad de los objetos, resaltando la imperfección con material noble. También aquí espabilados, al paso del tiempo, habrán quebrado alguna pieza para utilizar este arte –ficial en este caso. Pero la estrategia es la misma, solo que en esta ocasión la imperfección luce bella. La noble junta recrea y proporciona ese valor añadido que si no existiera, no existiría la pieza.

En restauración también existen diversas técnicas y conceptos. Hay quienes abogan por la reconstrucción perfecta sin que se note la intervención. Otros procuran más bien diferenciar la recuperación de manera inequívoca, quedando clara constancia del proceder. Así se distinguirá siempre y en un futuro lo que era, y lo que es, siempre será bien visible.

Lo que la artista llama trencar el concepte, sugiere una reflexión profunda enfrentada a lo tolerado y, cómo no, a la lucha interior de cada individuo con respecto a la adversidad que se afronta en cada momento vital. ¿Somos realmente capaces de tantear futuro a ritmo pasado? ¿O simplemente tratamos de evitar sugerencias posibles?

La capacidad humana de superación es siempre un suspiro de alivio, que rescata incansable un pasado a veces reciente. Y en este sentido cabe valorar el sentido del presente. ¿Es la piedra de la esperanza o prevalece el fango del recuerdo?

Sin duda alguna, la recuperación no es un síntoma de que se nos han acabado las ideas para nuevas creaciones. Todo lo contrario. Recuperar es sobre todo recapacitar y corresponder con sentido común y estrategias adecuadas a los nuevos conceptos, hasta tal punto que surge la duda si se trata de un apaño o es intencionado desde su inicio.

Y no es lo mismo romper y dejar el rastro del destrozo, una técnica utilizada por más de un artista, que aprovechar unas líneas de ruptura marcadas por inercia propia, y resaltarlas de manera brillante y reconocida mediante las técnicas descritas anteriormente. Ahora esa cicatriz noble ya no es el testimonio del resultado de una adversidad sino que forma parte de una imagen que parece haber estado siempre, caracterizando de manera gloriosa una etapa nueva.