Cada día, cuando una persona me comparte su sufrimiento, las circunstancias tan duras por las que está pasando, todo eso que le perturba y le afecta hasta tal punto de dar el paso de pedir ayuda, puedo ver muy de cerca el drama que supone no tener paz interior.

Al final, creo que cualquier problema pequeño o grande que podamos tener, lo es porque nos tiene intranquilos y nos arrebata esa paz tan necesaria. Y también creo que, si fuéramos capaces de encontrarla y de conectar con ella, cualquier problema, por duro y grande que fuera, sería mucho más fácil de llevar e incluso es muy posible que nos sintiéramos más capaces de hacerle frente y de encontrar una solución.

Incluso, yendo más allá, creo que muchas veces, nos asusta más esa falta de paz y esa inquietud que nos altera, que el propio problema en sí.

Es por ese motivo que creo que es tan necesario y tan importante para nuestro equilibrio y nuestro bienestar invertir en esa paz interior que nos puede ayudar, tanto a aceptar lo que no podemos cambiar, como a tomar la distancia suficiente para poder encontrar una vía más calmada, razonada y equilibrada de salir de lo que sí está en nuestras manos cambiar.

Pero, evidentemente, es muy fácil hablar de paz interior y de todas sus bondades y beneficios, pero, no debe serlo tanto el poder alcanzarla cuando tantas personas cada día lo están pasando tan mal.

Yo no soy ninguna maestra en este tema y, como todo el mundo, también tengo muchas cosas que me alteran y me roban la paz, pero, quizás sí puedo compartir pautas que, desde mi experiencia, me han ayudado a mí y han ayudado a otros a tener un poquito más de calma y serenidad.

Pero, obviamente, alguien que se siente incapaz de manejar su situación por sí mismo y sufre hasta tal punto que su vida está totalmente alterada, necesitaría pedir ayuda profesional para poder encontrar una salida a su situación.

Tal vez, las siguientes propuestas nos puedan ayudar:

- Pasar tiempo a solas con nosotros mismos. Demasiado a menudo estamos rodeados de personas, en lugares llenos de gente, ruidosos, agobiantes y muy estresantes. Cuando lo estamos pasando mal, necesitamos escucharnos y conectar con lo que sentimos. Es verdad que, cuando es algo muy doloroso, nos cuesta mucho. Pero, si no atendemos a ese dolor, lo más probable es que se haga más insistente y más fuerte. Mientras que, si le damos espacio y nos permitimos sentirlo y escuchar lo que nos dice, seguramente, algo se nos aflojará por dentro y nos ayudará a sentirnos un poco mejor.

- No engancharnos a nuestro sufrimiento ni tampoco rechazarlo. A menudo, nos pasamos mucho tiempo dándole vueltas y vueltas a una situación sin salida, buscando posibles complicaciones, y ello no hace sino empeorar las cosas y generarnos ansiedad. Otras veces, en cambio, no queremos sentir lo que sentimos y huimos sin enfrentarlo, con lo que tampoco podemos resolver nada. Intentar verlo con calma, distancia y perspectiva nos aportaría ese equilibrio que necesitamos para resolver lo que sea de la mejor manera posible.

- Darnos cariño y cuidarnos mucho. Esta pauta es fundamental. Cuando una persona sufre, tiende a desatenderse y a olvidarse de sí misma. Y eso puede hacer la situación aún peor. Por supuesto, no es nada fácil, pero, de la misma manera que, cuando un ser querido sufre, no nos cuesta nada darle apoyo y cariño y nos nace naturalmente cuidarle, de la misma manera, aunque nos suene muy raro y no estemos nada acostumbrados, podemos cuidarnos a nosotros mismos y darnos apoyo y cariño, como si fuéramos nuestro mejor amigo. Y ello, no para no sufrir, sino porque estamos sufriendo.

- Permitir que otros nos cuiden. A menudo preferimos encerrarnos en nuestros problemas y no compartir con nadie lo que nos pasa. Sentimos vergüenza, o miedo, o creemos que nos van a rechazar o no nos van a entender. Pero, ciertas cargas son muy difíciles de llevar por uno mismo en soledad. Quizás, si las compartimos, se hagan más ligeras y llevaderas, además de aportarnos otros puntos de vista que nos pueden ayudar a ver la situación desde una perspectiva diferente.

- Hacer más cosas de las que nos hacen bien y menos de las que nos hacen mal. Esta propuesta es muy obvia, pero, resulta sorprendente ver cuánto nos cuesta cumplirla, cuando lo estamos pasando mal. Podemos decidir no agravar más la situación y hacer todo aquello que sabemos que nos ayuda, en lugar de machacarnos aún más con lo que sabemos que nos perjudica. Aunque, falsamente, creamos que nos sirve de evasión, después, siempre estamos peor.

- Ser honestos con nosotros mismos. Demasiadas veces nos empeñamos en hacer lo que no queremos realmente hacer por contentar a otros o por no defraudar. Y eso nos altera aún más. Ser coherentes y congruentes con lo que queremos y sentimos es esencial para nuestra paz.

- Recordar que todo pasa. Por muy dura que sea la situación, por muy mal que lo estemos pasando, llegará un día en que eso también se acabe.

Y tú, ¿tienes paz interior?