Román Piña (Palma de Mallorca, 1966) es de esas personas con las que uno piensa que podría estar hablando durante horas. Escritor, columnista en distintos medios de comunicación, fundador de la editorial Sloper, impulsor de una revista cultural en papel titulada La bolsa de pipas, y profesor de lenguas clásicas para estudiantes de Secundaria, su amabilidad y su hablar tranquilo y pausado hace que el entrevistador se relaje y lo que empieza siendo una pregunta y respuesta al uso se acaba convirtiendo en una charla en la que salen, uno tras otro, multitud de temas.

Uno de ellos fue su relación con Ibiza, de la que Piña se declara un fan desde que estuvo viviendo en Sant Antoni de 1990 a 1992, cuando empezaba su primer año de profesor y se acaba de casar. Por ello sabemos que en la villa de Portmany tuvo dos padres adoptivos – sus caseros, ella alemana y él austriaco – y que allí empezó su primer intento de escribir una novela. De aquello hace casi tres décadas pero su estancia en la isla le marcó tanto que siempre que puede regresa, ya sea por motivos personales, de ocio o profesionales. Este es el caso de este sábado, cuando acudirá a presentar su última novela, El arqueólogo, a la librería papelería Sa Cultural, en el número 11 de la calle Bisbe Abad i Lasierra de Vila. La cita es a las 19.00 horas y le acompañará el poeta ibicenco Ben Clark.

—Su novela El arqueólogo cuenta la historia de Claudio Bersani. ¿Por qué decidió hacer una novela tan personalista?
—Realmente está basada en alguien real que conocí en persona y que me marcó tanto que no dudé ni un segundo en que debía de quedar inmortalizado para siempre. No se llama Claudio Bersani, eso me lo inventado yo, pero el resto ha sido recopilar como un notario anécdotas de su vida y plasmarlas en un libro. Pero no fue fácil. Lo he tenido que cocinar a fuego lento y me ha llevado casi diez años.

—¿Cuándo lo conoció?
—En el verano de 2007 en un pueblo de Nápoles y enseguida quedé prendado por él. Para mi fue un gran reto porque durante todo el proceso tuve la gran duda de si el público se iba a quedar igual de enganchado que yo. Afortunadamente, y visto lo visto, parece que sí.

—¿Tal vez gran parte del encanto de la figura de Claudio Bersani es su total normalidad? Normalmente estamos acostumbrados a ver personajes complejos y con multitud de dificultades en su vida cotidiana.
—Puede ser, aunque también es cierto que Bersani esconde algún secreto y alguna aventura misteriosa de su pasado. Pero sí, creo que se trata de alguien carismático que sin embargo podríamos encontrarnos en nuestro día a día... un exprofesor de universidad de 70 años que ha tenido éxito en la vida, padre de familia y un feliz abuelo que adora a sus nietos. Viéndolo así tal vez mucha gente podría pensar que no sería mucha chicha para una novela y de ahí mis dudas.

—El pequeño pueblo de Nápoles donde tiene su villa el protagonista también es parte de la historia y del encanto de este personaje...
—Creo que también es un canto a la normalidad cotidiana. Es una demostración de que en nuestro día a día siempre se puede sacar algo sabroso y de lo que disfrutar. En la normalidad también hay muchas cosas ricas de las que sacar el lado positivo. De hecho, todas las anécdotas que ha vivido Bersani son reales aunque con elementos novelescos que siempre tiene que adoptar un escritor.

—Usted es profesor de lenguas clásicas con estudiantes de Secundaria. ¿Cree que un personaje como este serviría para poder acercar la historia a los jóvenes?
—No sólo Bersani si no que cualquiera que sea atractivo, con chispa o con carisma, puede ser bueno para transmitir algo.

—¿Su formación como profesor de griego tuvo algo que ver en la elección del personaje?
—Algo sí. De hecho se trata de un libro que está enfocado a ser una pequeña apología de la antigüedad, de la cultura y de la literatura clásica. Por eso decidí respetar el que estuviera ambientado en Italia y tirar constantemente de referentes como la Guerra de Troya, Pompeya o las profetisas conocidas como las Sibilas. Tal vez fueran sólo excusas para hacer algo ilustrativo y atrayente que estuviera repleto de referencias al mundo clásico que a mi me encanta.

—Son historias de las que se puede aprender mucho...
—Bastante aunque tal vez La Ilíada actualmente no sería bien vista como una transmisora de valores porque es una historia belicista. Pero si dejamos eso a un lado tendríamos que aprender de la belleza del lenguaje que emplea Homero o de personajes como Ulises, con unos valores muy profundos.

—Lástima que no sea de lectura obligada entre los estudiantes...
—En parte sí porque además de ser historias entretenidas, con personajes fantásticos y de estar muy bien escritas creo que los jóvenes deben de saber de donde salen muchas de las cosas que marcan su día a día. Y sí, creo que sería positivo que se potenciaran más este tipo de lecturas porque a los chicos les muestras la patita de forma atractiva y te cogen el brazo entero.

—¿Con series de televisión?
—Sin duda. Algunas son de una gran ayuda.

—Cambiando un poco de tema. Usted también es editor, creador de Sloper. ¿Cómo ve la realidad literaria en España actualmente?
—Bueno yo soy un pequeño editor así que lo veo todo desde una óptica más pequeña. Eso sí, le puedo decir que resulta milagroso seguir tirando del carro en España porque es muy complicado vender muchos ejemplares de un libro. Una editorial pequeña como nosotros ya puede celebrar si vende 200 ejemplares, salvo excepciones que son difíciles de explicar.

—Pero también hay grandes best sellers y autores totalmente consagrados...
—No crea que es oro todo lo que reluce. También las grandes editoriales están cambiando su forma de funcionar y reajustando algunos aspectos como las tiradas o el dinero que antes se adelantaba a los escritores para su futura novela. De todo eso ya he hablado yo en mi ensayo La mala puta. Réquiem por la literatura española.

—¿Entonces hay crisis en la literatura española?
—Y en la cultura. Cada vez lee menos gente y lo que se lee no se ajusta a las ilusiones de los pequeños editores. Es cierto que sigue habiendo best sellers pero son muy comerciales y a los que apostamos por algo más literario y diferente nos es muy difícil poder competir.

—Así que, ¿es usted un romántico o un loco?
—Creo que más bien un romántico. De la locura no se vive ya que si no salen la cuentas se cierra y punto. Esta es la realidad.

—Algo de romántico si que tiene ya que fue durante más de dos décadas el editor de una revista cultural en papel, La bolsa de pipas...
—Es cierto. Nació en 1995 y en 2008 surgió la editorial Sloper como una alumna aventajada de la revista.

—Desgraciadamente la publicación cerró en 2016. ¿Es un reflejo de la crisis actual que viven los medios de comunicación en papel?
—Desgraciadamente si. Yo los medios de comunicación en papel los veo casi muertos de aquí a unos años. Estoy seguro que no será inminente pero desaparecerán casi todos porque no saldrán rentables y no podrán competir.

—Este panorama da pena y miedo.
—Es verdad pero tampoco hay que desanimarse. Creo que seguirán resistiendo algunos reductos en forma de revistas bien elaboradas y para un público muy especial. Igual que el libro sigue resistiendo porque se trata de un producto para un público fetichista al que le sigue gustando leer en papel creo que con los medios de comunicación pasará igual. Posiblemente se acabarán convirtiendo en auténticas joyas de arte, con publicaciones muy cuidadas, con fotografías grandes y bonitas y con un papel que le dará un toque único.

—Y el periodismo, ¿hacia dónde cree que va?
—Eso no lo se. Pero mientras siga existiendo la profesión y siga habiendo soportes para transmitir la información estaremos salvados. Sólo tenemos que averiguar el modo de como hacerlo.