Las principales calles de Dalt Vila presentaban este aspecto al mediodía de ayer | Irene G.Ruiz

Titiriteros, mercachifles y sacamuelas aprovechaban ayer para conseguir las últimas monedas en Dalt Vila antes de que el progreso, en forma del 'siempre amable' tráfico rodado, les expulse del que ha sido su reino durante tres días. Un domingo de sol y calor cerró ayer la XI edición de la Eivissa Medieval, una feria que ha registrado llenos importantes durante toda la celebración gracias a que la lluvia, cuando hizo aparición, no fue de gran intensidad.
Ayer por la mañana fue uno de los momentos de más circulación de visitantes por el túnel del tiempo en que se convirtió la ciudad amurallada y sus aledaños. Y no sólo allí había colas. A mediodía se podía observar una considerable aglomeración de gente en el paso de Vara de Rey, todos ellos a la espera de poder coger uno de los autobuses dispuestos para acceder a la zona de la fiesta desde los aparcamientos del primer cinturón.
Por la tarde la actividad era ligeramente inferior en la Eivissa Medieval, pero no faltaban los rezagados que aprovechaban las últimas horas de la fiesta para poder asistir al espectáculo que es, en si misma, esta celebración. Y es que, al pasado sólo se viaja una vez al año.