Alumnos del centro Buscastells, con Kai y Lúan entre ellos, se hacen una foto mientras tocan la Copa. | ARGUIÑE ESCANDÓN

Alrededor de 3.000 personas acudieron a la llamada de la Copa del Mundo en la mañana de ayer. Nadie quiso perderse esta breve cita con la historia. Y es que no siempre puede uno inmortalizarse con un trofeo de tanta magnitud.
Jóvenes, mayores, españoles, extranjeros, féminas, hombres... Todos, absolutamente todos, se dejaron llevar por el gusanillo que se siente al recordar el triunfo de 'la Roja' y se presentaron en La Caixa o el Consell, donde se expuso el tesoro.
Los más veteranos no se creían lo que sus ojos veían. Vicente Prats, por ejemplo, lo dijo claro en la entidad bancaria: «Nunca me imaginaba levantando una Copa del Mundo, pero finalmente lo he conseguido. Al hacerlo, uno siente que somos los mejores».
Nada pudo frenar las visitas de los aficionados a la Copa. Una mujer embarazada no dudó en 'guiar' a su futuro hijo hacia el trofeo. «Ése sale futbolista seguro», gritaron desde un lado.
La reacción de los más pequeños fue la más creativa. Así, Kai y Lúan, colegiales del Buscastells, sorprendieron al señalar: «Ya nunca más nos vamos a lavar las manos», ésas con las que, por cierto, dicen cansarse «a la hora de escribir en el cole». «Eso ya no mola», agregaron. «Me sentía volando, como en un sueño», agregó el primero de estos dos niños que, además, defienden la camiseta del Santa Gertrudis alevín B.
En el Consell, Javi Martín, que no Martínez (centrocampista del Athletic y campeón del mundo), fue el primero en tocar el galardón. «Espíritu es lo que he sentido», indicó el estudiante de Santa Maria. Nas Espín, de la clase de 3º B de Sa Graduada, «imaginaba que ganaba el Mundial» al posar junto al trofeo. Albert Soler, estudiante de 5º B en el mismo centro, reconoció que «no nos lo creíamos cuando nos dijeron que íbamos a ver la Copa». A su compañero Santi le devoró la envidia sana: «Cuando me puse con ella, pensé que me encantaría ganar alguna». A ver si se pone manos a la obra y nos ayuda a lograr otra. Y lo mismo podría hacer Andrea Ródenas, que acudió con la nueva equipación de Casillas, estrella incluida.
Con igual ilusión, pero menos optimismo, habló Octavio Montes: «Estoy muy feliz, porque estoy seguro que esta oportunidad no la voy a volver a tener nunca más». Vamos, que si es por él, las fábricas de camisetas ya pueden retirar la plancha de la estrella. Disfrutó como un niño este buen hombre. «Se me han erizado los pocos pelos que tengo y encima se me movía la cámara de los nervios», bromeó.
Nati García no se lo perdió por poco: «Lo oí en la radio y vinimos». «No me imaginaba con la Copa en Eivissa», añadió. Quien sí que sabía que posaría con ella es Vicente Barragán, empleado de la cafetería del Consell: «Trabajando en el Consell es normal que me pudiera hacer la foto, pero me habría gustado más que hubieran llevado a todos los colegios». Barragán, un tío con carisma y sin pelos en la lengua, respondió con gracia y una sonrisa de oreja a oreja al ser cuestionado por lo que había sentido al levantar la misma Copa que Casillas: «Ésta es una copia. No jodamos. Las cosas como son». Más arte que un obra de Dalí y un cuadro de Picasso juntos.

La crisis crece
Mucho más ilusionado pasó otro jovenzuelo tras las declaraciones de Barragán: «Ya no me lavo esta mano». La misma expresión que los de Buscastells. Y no fueron los únicos en decirlo. Vamos, que si esta generación es nuestro futuro, los empresarios del jabón ya pueden echarse a temblar. La crisis se multiplica. ¡Tiembla, Dove!