Mari Carmen Martínez-Bordiu, su esposo, José Campos, y la hija de aquélla, Cynthia, está a punto de poner fin a sus vacaciones en el Port d’Andratx, donde poseen una casa. En realidad, la casa es de ella.

Así que, días atrás, al igual que el resto de jornadas, salieron a navegar en la barca de él, amarrada en uno de los pantanales del Club de Vela. Y alguna noche se les ha visto en Puerto Portals cenando. Pura rutina, vamos, sota, caballo y rey, en un verano donde la crisis y la convulsión social a causa de ésta son los protagonistas. Pero ellos, por lo que se ve, son de los pocos privilegiados que no se ven muy afectados. En realidad, no se les ve afectados para nada.  


¡Hala, a navegar!

Primero en ropa de verano y luego en bañador, a los tres se les ve hermosos por no decir entraditos en carnes, aunque, eso sí,  sin ningún tipo de complejos, sobre todo Mari Carmen, que sin cortarse ni un pelo va y se planta en biquini en cubierta como lo haría en la terraza de su casa. Y quien dice ella, dice su hija, que al verla y recordarla cuando la vimos, siendo una niña, por primera vez en la cubierta del barco de Marieta Salas, en el que navegaba con sus padres, Mari Carmen y Jean Marie Rossi, pidiendo a los fotógrafos que no le hicieran fotos, vemos que el tiempo ha pasado a pasos agigantados. ¡Y de qué modo! 

En cuanto a José, que como mucho estos días -llegó a Mallorca poco después que ellas- le vimos en pantalón corto y camiseta, con una gorra visera calada hasta las orejas, parece que, o ha aparcado el régimen que estaba haciendo o no le ha dado los resultados apetecidos.

El abuelo

 Tal vez lo más destacable de este verano de Mari Carmen haya sido las declaraciones que hizo a Vainity Fair, en las que habla de todo, de su familia, en especial de su hermanado Jaime, del abuelo, Franco -«Hizo muchas cosas buenas, pero se le ha demonizado», dijo de él–, de lo que pasa en su cama en la que -dice- «sobra la moral», o de los biquinis que usaban cuando eran jovencitas y que parece que no gustaban al General.