La tensión también se trasladó al palco. | Marco Torres

Santa Eulària quiso vivir ayer la primera de una de las tres deseadas fiestas que se deben completar para dar el salto de categoría a Segunda División B, pero no pudo ser. La alegría duró 65 minutos, lo que la Peña Deportiva tuvo la eliminatoria encarrilada. Luego, los almerienses reaccionaron y el sueño del ascenso se frustró.
Aún volaban los globos y el confeti lanzado a la entrada al campo de los jugadores cuando Nico hacía estallar al público de felicidad con el primer tanto. Dos celebraciones al precio de una. «Sí, se puede; sí, se puede», gritaba el speaker por megafonía mientras un reducido grupo de fervientes seguidoras gritaba al mismo tiempo: «¡Esa Peña, esa Peña, eh, eh!». La locura se había apoderado de la grada, en cuyo palco se encontraban, entre otros, el presidente del Consell d'Eivissa Xico Tarrés o el ex técnico peñista Cristobal Parralo, que este ejercicio entrenó al Girona hasta que fue despedido.
El Almería B fue despertando con el paso de los minutos y la Peña empezó a sufrir atrás. Sin embargo, la pelea de los jugadores locales contra los andaluces fue igual de dura que la de los aficionados con el silencio. «A por ellos, oe», incentivaba el speaker, algo prohibido y que le tuvieron que recordar los árbitros. «Ahora sí, gol de la Peña», replicó en el 40' con el 2-0.
Y no sólo estuvo al pie del cañón cuando las cosas iban bien. Nada más marcar el cuadro visitante, el speaker gritó «No pasa nada. Vamos arriba». La afición, tocada, trató de levantarse del golpe, pero lo que de verdad la despertó fue un penalti por mano dentro del área andaluza que el árbitro no sancionó. «Manos arriba, esto es un atraco», se escuchaba en la grada, condenada a sufrir en un partido que necesitó una prórroga para resolverse.
El tiempo extra sepultó las opciones de la Peña. Una diana del Almería B a falta de cinco minutos para el pitido final ya no encontró reacción de ningún tipo. Ni en el speaker ni en la afición. Aquello ya no era una fiesta, sino un funeral en el que no faltaron las lágrimas. Otra vez será.