«He bebido mucho durante muchos años de mi vida. Para evadirme, para salir por la noche, para no pensar. Por no estar conforme con mi trabajo. Con mi realidad. Conmigo mismo», asegura. Sin embargo, sus pensamientos respecto al alcohol «aparecen cada vez más de tarde en tarde, ya no son recurrentes».
«No concebía una vida sin alcohol. Me proponía beber menos, sí, pero no lo conseguía. Y conforme van pasando los años la culpa es más poderosa y destructiva. Y lo que debería catalogarse como placer al día siguiente se convierte en una tortura: ¿me habrán grabado? ¿me habrán hecho fotografías? ¿me chantajearán?», reflexiona.
Sin embargo, mira hacia adelante y hace un análisis de cómo es ahora su vida sin beber alcohol. «A lo mejor le puede servir a alguna persona que me lea», asume.
«Cuando mi psicóloga me dijo que tenía que dejar de lado el alcohol me resistí muchísimo. Fue en vano. Pese a que intenté negociar no dio su brazo a torcer: abstinencia total», cuenta. Y en ello se puso.
«Dejar de beber cuando llevas haciéndolo durante muchos años significa entrar en una realidad tan desconocida como apasionante. Porque emociones y sentimientos que llevan dormidos o anestesiados durante décadas por culpa del alcohol comienzan a desperezarse, a cobrar vida. Y puedo aseguraros que reencontrarse con ellos es muy emocionante. Poco a poco empiezas a darte cuenta de que no hace falta beber para sentirte bien. O para vivir momentos de euforia. E incluso de felicidad. Con la grandísima ventaja de que al día siguiente no existen facturas que pagar en forma de resacas cada vez más insoportables», sostiene el catalán.
«Dejar de beber implica también enfrentarse a pelo a momentos tristes. De infelicidad. Con la importante salvedad de que no los intentas evitar huyendo en forma de copa sino que los aceptas porque entiendes que son estados de ánimo que acabarán desapareciendo. Mi vida es mucho mejor desde que no bebo. Más rica. Con mayores matices. Pero reconozco que no es fácil hacerlo», cuenta el presentador, que asegura que, para él, «dejar de beber ha significado empezar a vivir sin miedo».
Sin embargo, no ha sido fácil llegar hasta el punto donde se encuentra. «No es fácil no beber. Hay veces que llegas a una cena y cuando dices que no quieres una copa de vino siempre hay alguien que suelta lo de: 'venga, va, solo una'. Y te contienes pero te dan ganas de contarle que no solo te tomarías una sino media docena y que bastante te cuesta no aceptarla como para que venga un brasas a recordarte que ya no bebes porque no lo controlas».
5 comentarios
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Yo, como politoxicómano rehabilitado hace casi 16 años, no estoy de acuerdo con el personajillo (ironía al personaje, no a su persona o a su adicción) este Jorge Javier Vázquez. Dejar de beber, consumir o drogarse es relativamente fácil, lo difícil es mantenerse, no volver a consumir nunca más. Después de un gran susto, de una "amenaza" de un familiar, jefe, juez, una detención, un accidente, el adicto se suele asustar mucho, pero, después de algún tiempo, se suelen olvidar de ese "miedo" y vuelta a empezar. Sólo cuando el enfermo toma la firme determinación de querer recuperarse, el enfermo se recuperará, de otra manera no puede ser. De otra manera no será.
El alcohol es clasificado como droga de las duras por lo tanto sus efectos nocivos sobre la persona son devastadores .pero por lo increíble que parezca allí esta vendiéndose libremente y al alcance de todos como se fuera Agua mineral en cada esquina. Hasta cuándo?
Lo que es una aberración es que normalicemos el consumo de alcohol como si fuera agua. El alcohol destroza vidas y familias.
El alcohol es una droga terrible. No obstante está muy normalizada porque no se reconoce como droga dura y está muy normalizada en la sociedad. En cualquier celebración hay alcohol.
Demasiadas bromitas sobre el "agua con misterio".