Matas alternó posturas desafiantes y pensativas, aunque parecía menos cansado que el sábado. | M. À. Cañellas

Segundo día de Jaume Matas en Madrid y segunda jornada de trabajo, junto a sus abogados Rafael Perera y Manuel Ollé, para ultimar los detalles de su declaración de mañana en los juzgados de Palma. La jornada de ayer fue a tiempo parcial y tampoco quiso hablar.
La capital española amaneció lluviosa aunque a las once de la mañana, cuando Matas salía por la puerta de su casa, entondando un leve «bon dia», ya no caían gotas. El saludo del ex president serían las únicas palabras que oiríamos de su boca. ¿Dónde quedaron esos agradables saludos del pasado a los que nos tenía acostumbrados? Cuando este diario le preguntó educadamente a Matas, cara a cara, cómo estaba y si tenía un minuto para hablar, éste no respondió y sólo lanzó una mirada que iba de lo incrédulo a lo despectivo.
Eran las 11.10 horas cuando Matas entraba en el despacho de la calle Goya. Hasta las 15.35 horas no volvería a salir, para dirigirse a casa. Finalizaba entonces su preparación junto a sus abogados. «Ha sido un fin de semana muy largo, no deseo pasar uno más así en mi vida», comentaba Perera, quien no tuvo reparo en charlar amigablemente.
La suerte está echada, se suele decir, aunque con la justicia la suerte no tenga efecto. O sí.