Arantxa Álvarez es madrileña, aunque lleva tiempo viviendo en Mallorca. La otra tarde nos sentamos a hablar con ella porque nos interesaba conocer su opinión respecto a su paso por First Dates, programa al que fue por curiosidad, por ver qué pasaba.

Buscaba un hombre de nivel medio alto, un hombre culto, vamos, al que le gustara viajar, disfrutar con las comidas y que entendiera de vinos. «Me tocó un inglés que, en parte, cumplía con los requisitos y en parte, no. Por ejemplo: cuando me dijo que vivía en Valladolid, no entendí cómo un inglés no se instala donde hay mar, en cualquier lugar del Mediterráneo, y cuando me dijo que el deporte que practicaba era la petanca, también me sorprendió. Bueno, fue una experiencia. Hubo buena conexión, pero no sentí ninguna atracción hacia esa persona, no hubo esa electricidad necesaria… Por otra parte, vi que todo en el programa era muy real, que podías decir lo que te pareciera y… Bueno, pues como fui la primera en llegar a la cita, sientes curiosidad, tal vez emoción, por ver a quién te van a traer».

El poliamor

Dejamos de hablar del programa y pasamos a hablar de otros temas, pues es una mujer con la que uno disfruta hablando. Sobre relaciones te dice que «no veo natural estar con una relación absolutamente monógama, pues es imposible que te pueda satisfacer plenamente. Por ello, no me importa meter entre esa persona y yo otra, tanto me da hombre que mujer. Naturalmente, ha de haber química entre las tres; de lo contrario, no funciona. Y son relaciones, al menos de momento, esporádicas; es decir, que porque hayas estado hoy con esas personas no quiere decir que eso va a ser cada día. Y, generalmente, suele ser con personas más jóvenes, tal vez porque éstas, lo del poliamor, como lo llaman algunos, lo ven más natural. Y, desde luego, es mucho más fácil llegar a eso en Ibiza que en Mallorca. Aquí, en este aspecto, se es más conservador».

Ella cuenta que suele utilizar mucho las aplicaciones de las redes sociales para estas relaciones. «A través de ellas conoces gente. Y no para mantener una relación sexual virtual o cibersexo, pues a mí eso –vía teléfono, o vía vídeoconferencia, no me va–, sino que lo que me gusta es lo real. Aparte de que muchas personas con un ordenador de por medio se crecen ante la fantasía y dejan de ser reales. Vamos, que los conoces luego y no son nada parecidos a como te los imaginabas. Aunque también, a través de Internet, te puedes encontrar con gente que te hace ir un poco más allá de lo que piensas que puedes hacer».

Aventura

Entonces, nos cuenta una aventura reciente que vivió con un chico que conoció a través de la red, con el que terminó haciendo lo que se denomina BDSM, que es una especie de cóctel sexual a base de bondage (hacer el amor permitiendo que tu pareja te ate de manos, pies, cuerpo, etc.), dominación, sumisión y sado.

«Jamás lo había hecho, ni imaginé que nunca lo podría hacer y, sin embargo, lo hice. Y me sentí bien, la sensación fue buena porque más que sufrimiento hubo placer y, encima, fue todo nuevo para mí». No ha visto 50 sombras de Grey y, aunque reconoce que la película ha podido dejar puertas abiertas hacia el sexo, «no deja de ser una película en la que predomina el machismo, el chico guapo, alto y rico, sobre todo lo demás».