Guardiola, Sergi y Raúl se funden en un abrazo al término del partido que disputó la selección española ante Yugoslavia.

España recuperó los galones en una función memorable. Volvió a ser España ese equipo que enamoró a la Europa futbolística durante dos años cosidos a base de buen juego y rubricó su acceso a los cuartos de final de la Eurocopa completando una misión imposible. Alfonso, un tipo que llegó al torneo bajo sospecha, descubrió una gruta invisible para los mediocres y metió a la selección junto a los ocho mejores equipos del viejo continente. Fue necesario el espaldarazo de un árbitro horrible para dar buena forma a un trabajo que fue una gesta, pero ese es un detalle sin demasiado peso en un partido tan emotivo como grande y escrito únicamente con estilográfica española.

Camacho encontró al fin petróleo con una alineación equilibrada y con la cantidad justa de volumen en la sala de máquinas. De hecho, al seleccionador sólo le falló Fran. El gallego sólo acumuló desastres durante los 23 minutos en los que estuvo sobre el terreno de juego y el epílogo del encuentro deja claro que su lesión fue un alivio para la selección española. Irrumpió Etxeberría y Mendieta se marchó a la banda izquierda. Las cosas funcionaron mucho mejor. El partido de Iván Helguera requiere un comentario aparte, fundamentalmente porque fue quien movió todos los hilos.

Yugoslavia apenas mostró argumentos fiables. Vivió gracias a un instinto asesino difícilmente reeditable. Fue lo único que le mantuvo con vida durante un buen tramo del encuentro, aunque también lo que mantuvo a España fuera del torneo durante muchos minutos. Todas las llegadas de los balcánicos acabaron propiciando la misma imagen "Cañizares con cara de mala leche y desenredando el balón de la red", aunque la fe española resultó inquebrantable. Y eso que el corazón se heló hasta tres veces. Sólo un guiño a la épica podía variar el funesto sino que persigue a España cada vez que juega un gran partido, ese que siempre suele perder. Pero esta vez nada frenó a la selección. Llegaron los minutos de la locura. Gilles Veissiéres inventó un penalti que transformó Mendieta (en el minuto 94), aunque fue Alfonso quien reservó plaza para la historia.