JOSÉ ANTONIO GARRIDO
Las expectativas de cerrar el ejercicio olímpico con alguna medalla se desvanecieron muy pronto. Primero en el partido por el tercer y cuarto puesto del torneo de waterpolo, y después en la carrera más larga del programa atlético. Abel Antón perdió entre las calles de Sydney el último tren olímpico de su vida. El soriano, infiltrado en la rodilla que le ha dado todos los problemas posibles en los últimos meses, pronto comprobó que poco había que hacer salvo poner a buen recaudo el honor del doble campeón del mundo, aunque fuese alcanzando la meta en una posición irrelevante.

Antón se quedó atrás cuando empezó la batalla y buscó el ritmo más adecuado para al menos acabar. El fuerte viento, además, no le ayudó en nada. Con el rostro desencajado, y con evidentes síntomas de debilidad, finalizó en el puesto 53, a prácticamente catorce minutos del ganador.

Si Abel Antón terminó su ciclo olímpico con la amargura del fracaso, Martín Fiz presenta el mismo destino, al igual que aquél, por razones de edad, pero el trance del maratón de Sydney lo superó con calificación de sobresaliente.

El vitoriano resistió unas veces las sacudidas de los africanos y otras no. La goma de Martín Fiz le mantuvo siempre en posiciones adelantadas, pero no le permitió enlazar con quienes se jugaron las medallas. Llegó el sexto. El madrileño Alberto Juzdado atravesó similares problemas a los de Abel Antón y fue 42.

La emotividad presidió el partido por el bronce de waterpolo. Como el día anterior Iñaki Urdangarín, Manuel Estiarte cerró ayer una trayectoria profesional de seis Juegos Olímpicos. La derrota fue lo de menos. Estiarte marcó sus dos últimos goles como internacional y abandonó entre lágrimas la piscina.