Javier Muñoz YOKOHAMA
Bélgica, una de las selecciones fijas del Mundial, cita a la que no ha faltado en los últimos veinte años, dijo adiós al torneo víctima de la inspiración de los brasileños Rivaldo y Ronaldo. La solidez de su juego defensivo y una capacidad de lucha encomiable es el legado que dejan una vez más los «diablos rojos», condenados a no figurar nunca entre los favoritos, aunque tan correosos e incómodos que a nadie le gusta ser su rival.

El debut de los «diablos rojos» fue esperanzador. En un tenso partido contra Japón y su entregada afición, Bélgica no se dejó intimidar por el cargado ambiente y arañó un empate a dos goles. La cuenta la abrió Wilmots con una acrobática chilena. Japon remontó con tantos de Suzuki e Inamoto, en sendos despistes defensivos, hasta que restableció la igualdad Van der Heyden con una bonita vaselina.

Tal como reconoció después Waseige, a los belgas no les va ir de favoritos y su peor partido fue precisamente el que se presentaba más asequible, contra Túnez. Los magrebíes complicaron la existencia a los centroeuropeos y sólo el acierto de Wilmots les permitió sumar su segundo punto.

En el horizonte estaba nada menos que Brasil, pero la «verde-amarela» se ha tenido que entregar al máximo para ganar hoy a los pupilos de Waseige. Más de una hora transcurrió hasta que afloró la genialidad de Rivaldo con un gran remate. A tres minutos del final, redondeó la cuenta Ronaldo. Sólo entonces se rindieron a la evidencia los belgas, que en la primera parte merecieron algo más, especialmente un gol anulado a Wilmots por presunta falta sobre Roque Júnior y un mano a mano de Mbo Mpenza con Marcos del que salió airoso el portero brasileño.