Después de haber descolgado el teléfono y haber atendido centenares de llamadas y ofrecido decenas de entrevistas, para Rudy Fernández la vida sigue igual. Con las maletas a punto para viajar hacia Belgrado -la Penya juega esta tarde en Belgrado ante el Zeleznik-, el escolta mallorquín sigue esquivando a todas esas voces que le sitúan en la NBA y aplica la receta de la modestia para dar un paso más hacia ese sueño a corto plazo que pasa por la Olimpiada.

Los que le conocen ya sabían de sus posibilidades, y auguran un porvenir idílico para un joven talento que apunta adraft y en el momento en el que su cuerpo alcance el volumen preciso volará por las pistas de la mejor liga del planeta. Pese a todo, él tiene muy presentes sus orígenes. Se siente mallorquín -y mallorquinista- y no puede vivir lejos del mar. Su residencia habitual, en la localidad de Tiana, le permite evocar esos esperados veranos en Porto Colom. Unos momentos en los que se reencuentra con su pandilla y aquellos que le vieron encestar sus primeras canastas.

El Sant Josep ocupa un lugar especial en su corazón. Allí empezó esta fulgurante carrera en el deporte de la canasta y de ese lugar conserva recuerdos imborrables. Su primer entrenador, Pep Izquierdo, recuerda a la perfección a un Rudy Fernández que con diez años «no necesitaba que le enseñaras nada. Al contrario, a veces había que frenarle, pero sabías que si se la tenía que pasar por detrás o por debajo de las piernas, lo iba a hacer». El actual vicepresidente de la FBIB tuvo a sus órdenes a una brillante generación de los años 84 y 85. Rudy Fernández e Iván Matemalas eran sus exponentes, pero Rudy «era especial. Desde que llegó a la escuela y hasta que se fue como infantil de segundo año, disfruté mucho con él. Era muy competitivo, y compatibilizaba el baloncesto con el fútbol. Cuando creamos, con la ayuda de su padre, una liga benjamín junto al Cide y el Andratx, pudimos verle en acción y no nos defraudó», significa Izquierdo, quien durante varias temporadas fue uno de los puntales técnicos del Sant Josep.