David Cortés se lesionó en la segunda mitad. Foto: MONSERRAT

No hubo compasión en la despoblada testa de Gonzalo Colsa, que en apenas diez minutos desactivó el aparentemente impermeable dispositivo defensivo al que se había agarrado el Mallorca con fe y devoción. Mandó Ibagaza con suavidad un balón al área y apareció la cabeza de Colsa, un futbolista con pasado balear que se aproximó con rapidez al banderín de córner para extender los brazos y festejar el empate por todo lo alto. Bastó concender unos centímetros en el área para que la trinchera en la que se había metido el Mallorca saltara por los aires.

Un desajuste, un error de cálculo, devaluó sustancialmente el precioso gol de Arango y convirtió al equipo de Cúper en el peor del torneo. Es ésta una realidad aritmética. Una verdad matemática. Desde ayer, el colista de la Liga viste de rojo, entre otras cosas, porque no ha ganado ni un solo partido en Son Moix. El déficit es insostenible, aunque eefecto Cúper está patente. Tras la crudeza de los números también aparece la mano del nuevo entrenador, que en apenas quince días ha conseguido lavarle la cara al equipo. El Mallorca se parece bastante a lo que persigue el hombre que ahora porta la pizarra, pero su equipo exhibe defectos que ningún entrenador puede disimular.

Impera un orden militar, una organización y disposición trazada con buen pulso, incluso la agresividad del equipo ha subido mucho puntos, pero sin velocidad el plan pierde fiabilidad. Y eso sólo se compra. Se tiene o no se tiene. No hay nada que entrenar. Ahí está el último ejemplo, el partido ante el Atlético. Sólo cuando Tuni estuvo sobre el campo, el Mallorca fue capaz de montar algún contragolpe. De hecho, casi todo el encuentro transcurrió a cámara lenta. Con absoluto descaro, la escuadra balear entregó la posesión del balón a su adversario desde el primer minuto. El territorio quedó marcado.

El Mallorca esperaba, su rival desesperaba. Es probable que Son Moix contemplara a peor Atlético de la última década, aunque es difícil advertir si fue porque Cúper esteriliza a sus contrarios o porque Ibagaza es imprescindible. Extremadamente convencido de su propuesta, el conjunto local tomó posiciones y cedió los metros justos. Ballesteros e Iván Ramis solventaron sin complicaciones la escasa tarea con la que se encontraron y el Mallorca no tardó en darse cuenta de que debía ser paciente. Pobló de minas el centro del campo y la exagerada posesión de balón del Atlético acabó adquiriendo categoría de anécdota.

El bagaje ofensivo rojiblanco quedó reducido a un inofensivo remate de Paunovic, mientras que el Mallorca habló más alto. Logró crear algunas situaciones de ventaja, aunque su gran botín fue producto de una individualidad con la firma de Arango (minuto 26). A balón parado, desde tres metros de la frontal del área, su disparo fue colosal. Leo Franco, otro de la legión atlética que vivió en la Isla, sólo pudo alzar la vista y observar el resultado final de un disparo impecable (0-1).

Con ventaja en el marcador, nada alteró el guión del partido. Es algo a lo que el Mallorca nunca prestó demasiada importancia. El viento soplaba a favor, pero la velocidad era la misma. El Atlético no encontraba espacios y la mejor opción volvió a ser para el equipo de Héctor Cúper. A punto de alcanzar el epílogo del primer tiempo, se encontró Farinós con un balón perdido cerca del área tras un rechace de Perea y no dudó en lanzar un disparo seco y raso, pero el balón se fue al centro y Franco lo atajó sin dificultades. Víctima de una espesura supina, Ferrando tiró de Ibagaza para otorgar algo de creatividad a su equipo.

Retiró a Velasco y Cúper respondió situando a Tuni en la banda izquierda. Jesús Perera se fue al banco y Arango fue el nuevo socio de Luis García. El movimiento fue un guiño para Tuni, que encontró muchos metros para recorrer, aunque Perea -probablemente el mejor central de la Liga- lo desbarató siempre todo. Disparada la cuenta atrás, el Mallorca reculó. Probablemente demasiado. Avisó Pablo con un remate al palo, Colsa fue más eficaz.