La componente de la misión británica Denise Lewis consuela a una de sus compañeras en el aeropuerto de Changi.

Londres pasó en cuestión de horas de la más absoluta alegría a la tristeza y la incertidumbre que los atentados terroristas generaron en la sede de los Juegos Olímpicos del año 2012. Si Trafalgar Square era una fiesta tras la histórica decisión del COI, las tornas se invirtieron y la capital británica se teñía de luto. Los rostros de la expedición británica al conocer la noticia reflejaban la tensión y la incertidumbre por el paradero de sus más allegados. Esta se reflejaba en los abrazos y constantes muestras de cariño intercambiadas entre atletas, técnicos y todos los artíficies de un éxito que ha pasado a un segundo plano gracias a la barbarie terrotista que se ha propuesto asolar Europa y ayer hizo escala en una ciudad que en poco más de siete años será punto de encuentro de culturas, tal y como hoy lo es, con los Juegos que ansiaba Madrid como excusa.

Las más de catorce horas de vuelo se hicieron largas para los delegados de Londres 2012. También para la expedición española, en la que cundió la preocupación cuando llegaron las primeras noticias a miles de piés de altura. Los fantasmas del 11-M aparecían de nuevo y causaban miedo entre gentes que vivieron muy de cerca la más sangrienta tragedia que ha castigado Europa en las últimas décadas. Lo que tenía que ser una jornada festiva en la capital inglesa, tema de conversación en todos los rincones de la City, pasó a un segundo plano. Sebastian Coe y compañía mostraban su solidaridad con las víctimas. La lucha por los Juegos se había ganado, con solvencia, holgura y basándose en un proyecto todavía virtual. Pero el combate contra esta lacra que castigó a la nueva ciudad olímpica ofrece un largo camino por recorrer.

París se marchó de Singapur con la incomprensión y el enfado por bandera. «No para 2016 ni para 2020», afirmaba uno de sus principales responsables, que plasmaba con sus palabras el descontento que en la misión existía hacia el Comité Olímpico Internacional, que no había tenido en cuenta la calidad y, por encima de todo, la insistencia de París, que sueña con los Juegos desde que Barcelona se los arrebató y parece haber visto minada su moral. Tienen motivos. Pero pese a ello, Londres y sus ciudadanos miran con optimismo hacia el año 2012, hoy con resignación, pero si cabe con mayor intención de hacer de estos Juegos los mejores de toda la historia. El mundo entero arropa a la urbe que ha ganado una de las más apasionantes carreras que la historia le ha deparado. Los atentados causaron un gran impacto en el Centro de Convenciones de Singapur, donde hace menos de 24 horas se eligió la capital británica como sede de los Juegos Olímpicos de 2012. Mientras los miembros del COI se reunían a puerta cerrada para aprobar la expulsión de uno de ellos, el búlgaro Iván Slavkov, todos los delegados sin derecho a decidir en este caso -miembros de comités olímpicos nacionales y de federaciones internacionales, representantes de las ciudades organizadoras de los próximos Juegos, personal del COI- y los centenares de periodistas presentes en Singapur se congregaron ante las pantallas gigantes del centro de prensa para seguir las noticias. El miércoles fue el día grande de Londres en la ciudad-estado asiática, donde la asamblea olímpica dio a esa capital los Juegos tras una cerrada votación. Londres se impuso por 54-50 a París después de cuatro eliminatorias, en las que fueron cayendo sucesivamente las tres candidatas descartadas: Moscú, Nueva York y Madrid. Y con ello las ilusiones de toda España, que vivió por y para un sueño que se evaporó.