Los jugadores del equipo rojillo celebraron el título con ruido y cánticos sobre el céped de Can Misses.

Gustavo L. Sirvent
Muchos presidentes, directivos y jugadores que han pasado por la Sociedad Deportiva Eivissa durante los quince últimos años habrán sentido nostalgia y envidia sana de ver cómo el conjunto rojillo se proclamó ayer campeón de liga del grupo XI de Tercera.

El esfuerzo de numerosas personas que han vivido y sentido los colores rojillos en la última década y media se vio ayer recompensado por el plantel que sabiamente dirige Luis Elcacho y que ha surgido del esfuerzo de un hombre: Pedro Ortega Cano. El presidente de la entidad de Can Misses ha depositado muchas esperanzas en este grupo y ahora espera poder dar el salto definitivo, la alegría que todos esperan: el ascenso a Segunda División B.

El cincel de la historia plasma todos y cada uno de los episodios de la existencia de un club que alzó su última copa de campeón en la temporada 1991/92. Roberto Puerto y sus hombres recordarán con orgullo aquella fecha, pero más si cabe la de un mes después, cuando lograron el ascenso a Segunda B. Ése es el objetivo de este Eivissa, que se ha sobrepuesto a cuantos baches ha encontrado en su camino: El más difícil de esquivar, aparte de sus rivales, el arbitraje. Ahora ya queda atrás todo ese sufrimiento. El primer objetivo, eplay off, se obtuvo hace semanas, el segundo, el títul, ayer. Ahora falta el tercero.

Veintiocho jornadas líder expresa la regularidad de un equipo con veinte caras nuevas, que ha tenido que ir engrasando cada eslabón de su cadena y que finalmente ha dado con la fórmula perfecta para que ruede como la seda. La pasada semana en Sa Pobla no pudo ser porque sólo se sacó un empate, pero ayer sí. El Alcúdia era la víctima propiciatoria para sentenciar a falta de dos jornadas para concluir el campeonato regular y se cumplió el guión previsto.

La afición de Vila sólo ha visto empatar a su equipo en dos ocasiones. El resto (diecisiete partidos), ha paladeado el sabor de la victoria. El cuadro mallorquín tampoco iba a ser rival de un plantel que avasalla y saca los colores a sus oponentes.

Las intenciones del Eivissa se vieron nada más arrancar el choque cuando los aficionados todavía no habían ganado sus butacas. A los treinta y cinco segundos de partido Rubén Soler se internó en el área, se fue de dos rivales y cruzó un disparo al que no pudo llegar el meta Pozo.