Alexander Vinokourov, durante un control rutinario. Foto: REUTERS

Carlos de Torres |PAU
El Tour de Francia se vio de nuevo azotado por la mayor e imparable lacra del ciclismo, el dopaje, que se presentó de nuevo como un terremoto, en la jornada de descanso, en pleno debate del duelo en las cumbres entre el danés Michael Rasmussen y el español Alberto Contador, el cual quedó anulado por el penúltimo escándalo de un deporte en ruinas.

Por si el ambiente estaba poco cargado con las insistentes sospechas sobre el líder Rasmussen, excluido por su Federación y señalado por la prensa francesa, la noticia del positivo por transfusión homóloga de Vinokourov, volvió a sacudir los cimientos del Tour, que no tardó en invitar al Astana, en el que milita el mallorquín Toni Colom, a salir inmediatamente de la carrera, ofrecimiento que se inmediato fue aceptado por sus dirigentes.

El «gran» Vino, míster coraje en la prensa francesa, el corredor espectáculo por excelencia, el que cumplió 33 años coincidiendo con su triunfo en la Vuelta'06 también se convertía en un «tricheur», en un «tramposo». El laboratorio de París le pilló en un renunció que deja en los huesos la credibilidad del ciclismo, si es que los buitres que odian este deporte han dejado siquiera la osamenta.

A partir de las 17.30 horas se zanjó el debate deportivo sobre si Contador sería capaz de soltar a Rasmussen en el Aubisque o si el danés, que horas antes había justificado su limpieza absoluta, aguantaría los monumentales zarpazos del ciclista madrileño, quien compareció en una rueda de prensa multitudinaria, en plan estrella, para explicar su enorme ambición y su ilusión por lograr el amarillo.