Adrián R. Huber|HUNGARORING
El británico Lewis Hamilton ganó ayer el Gran Premio de Hungría de Fórmula Uno, a costa de su compañero, el doble campeón del mundo español Fernando Alonso; y de su escudería, McLaren, cuyas instrucciones desoyó en la crono del sábado y a los que provocó una sanción al acusarles de perjudicarle.

Hamilton logró su tercer triunfo del año, después de los de Canadá y Estados Unidos y aumentó en cinco puntos su ventaja sobre Alonso, que acabó cuarto una carrera que pudo ganar de no haber sido sancionado con la pérdida de cinco puestos en la formación de salida tras haber firmado la 'pole' en la crono del sábado.

El británico, que se impuso por delante del finés Kimi Raikkonen (Ferrari) y del alemán Nick Heidfeld (BMW), logró un triunfo descafeinado que celebró en la más estricta intimidad, tras haber convertido en un polvorín un equipo en el que da la sensación de que, a pesar de ocupar los dos primeros puestos del Mundial y de liderar el campeonato de constructores, nadie está a gusto.

Junto al canadiense Jacques Villeneuve -hijo del mítico Gilles-, el mejor debutante de la historia, Hamilton ha demostrado en lo que va de temporada que tiene mucho talento y que es una esponja a la hora de absorber los conocimientos y habilidades del genial piloto asturiano, al que McLaren fichó para portar en su monoplaza el número 1 que se trajo de Renault.

Pero sus ansias de éxito son, cuanto menos, igual de grandes. El sábado, Lewis mordió la mano que le alimenta con manjares. Acabó cruzando insultos con su jefe, Ron Dennis, después de incumplir las instrucciones internas y no ceder la vuelta extra a Alonso, a quien correspondía en esta ocasión una prebenda alternante, que, en función del palmarés de cada uno, bien podría colmar, incluso con creces, las aspiraciones del piloto inglés.

El líder del Mundial desea una jefatura de equipo que, con toda lógica, reclama para sí el doble campeón intercontinental, quien percibe una falta de respeto en el seno de una escudería que este fin de semana se asemejó a un manicomio bajo los efectos de una mala medicación.

Hamilton entendió que se había retrasado de forma voluntaria la última entrada en pista de Alonso para evitarle una última vuelta lanzada, en la que el genio astur voló hacia su pole número 17, que perdió debido a la incontinencia del inglés.

La perla negra de la F1 mantuvo un cruce de insultos con Dennis a través de la radio del equipo que quedó grabado en unas cintas a las que tuvieron acceso los comisarios de la FIA, que llamaron a declarar al patrón de la escudería, antes de citarle de nuevo junto a sus pilotos, en una reunión en la que patrón y pupilo prolongaron su acalorada discusión, en una situación que rozó el esperpento.

Acabó por provocar la sanción, dada a conocer a última hora del sábado, a Alonso -la más inaudita- y al equipo, que había eximido de responsabilidad alguna al español y que hoy dejó de sumar puntos para el Mundial de constructores.

El fin de semana comenzó con la polémica -ampliamente ramificada- que enfrenta a McLaren con Ferrari por materia de espionaje industrial. Y concluyó con la guerra de guerrillas en el seno de una escudería que aspira a recuperar un título que no gana desde 1999, merced al finlandés Mika Hakkinen.

Uno de los mayores espectáculos del orbe, la Fórmula Uno se nutre de todo tipo de controversias, que en esta ocasión eclipsaron por completo lo deportivo. Porque en Hungaroring se corrió ayer un Gran Premio que no pasará a la historia. Con una victoria que muchos entienden forjada fuera de la pista. Hamilton salió bien desde la pole y no tuvo mayores problemas para conducir el triunfo a meta, en un circuito en el que adelantar en seco es casi imposible
Fernando salió desde el sexto puesto y tuvo que contentarse con la cuarta posición pese a que tuvo la posibilidad de arrebatarle el tercer puesto a Nick Heidfeld.