Apoyado en el tino de Güiza y en la versión más actualizada de la pizarra de Manzano, el Mallorca ha cogido altura. La escuadra balear obvió el reciente fracaso del Trofeu Illes Balears, enterró sus problemas defensivos y recuperó las coordenadas de su navegador europeo para meterse de nuevo en la bañera del optimismo. Los rojillos asaltaron con convicción los muros del Nuevo Colombino y después de poner boca abajo a un rival de su misma estatura, se llevaron un resultado que afianza su candidatura en el pelotón de cabeza. Y es que la primera victoria del curso a domicilio también lleva implícita una importante inyección de energía (0-2).

Antes de que el triunfo cuajase, Manzano había modificado la base de sus apuntes con la intención de aprovechar el factor sorpresa. El jienense arrojó a la basura las pruebas intersemanales y se presentó ante el auditorio onubense con un centro del campo inédito en el que basó posteriormente su éxito. Varela llenó la baja de Jonás y Basinas la de Pereyra, pero el técnico sorprendió alineando juntos a Borja Valero e Ibagaza, con Arango escorado a la izquierda y Güiza solo en punta. La jugada salió redonda y mientras los locales se desperezaban, el Mallorca ejecutaba un golpe de estado. Valero observó un hueco en la primera fase de construcción de la zaga blanquiazul y le sirvió un balón a Güiza que el jerezano mimó con cariño para transformarlo en oro. Golazo, venganza y una serie de daños irreparables para el grupo de Víctor Muñoz (minuto 3).

Con el viento a favor, el Mallorca se sintió más cómodo que nunca sobre el tapete. Se tapó los pies, apuntaló la sala de máquinas y aprovechó la pájara de su anfitrión para encerrarle en su propia portería. Un nuevo proyectil de Güiza (minuto 10), al que siguieron las réplicas de Varela (minuto 21) e Ibagaza (min.23) dejaron inconsciente al Recreativo, que llegó al descanso totalmente asfixiado. Su situación era tan crítica, que el entrenador tuvo que aplicarle un torniquete y rebañar el banquillo en cuanto descendió el telón de la primera parte del acto.

Los andaluces se maquillaron y reanudaron el pulso con una cara muy diferente. El Mallorca tuvo que multiplicarse otra vez en todas las parcelas del terreno de juego para amortiguar los efectos de salida en tromba, que afortunadamente pasaron muy rápido. Es más, una vez que el efervescente juego blanquiazul se quedó sin gas, el panorama adquirió otro color. El Mallorca ganó mucho espacio y abrió una autopista por la que canalizó todos sus contragolpes. Sólo faltaba sentenciar.

Víctor Muñoz consumió por completo su margen de maniobra y Manzano empezó a rotar sus peones. Su primera medida fue retirar a Ibagaza y refrescar el centro del campo con Tuni. El cambio, que sobre el papel no parecía determinante, tuvo unas consecuencias extraordinarias. Sobre todo, porque el Recreativo había vuelto a ofrecer buenas vibraciones y podía resucitar por medio de algún impulso esporádico. Pero se equivocó, dejó al descubierto sus cartas y acabó arrepintiéndose. Primero estrelló un balón en el larguero gracias a un potente zapatazo de Sinama Pongolle a la salida de un libre indirecto y con la portería aún tambaleándose, Marquitos estuvo a punto de provocar un estropicio por el carril zurdo, pero Camuñas no supo aprovecharlo (minuto 77). Con ese fuego todavía humeante, los rojillos impulsaron un contragolpe, Tuni se quedó con la bola en propiedad y ejerció como un francotirador de precisión, desplazando el cuero a la base del poste izquierdo de Sorrentino, que se estiró inúltimente para verlo pasar a su lado. El canterano, que había salido del equipo de forma inesperada, obtuvo así el justo premio a su excelente comienzo de temporada.

El partido estaba a punto de ser archivado, pero todavía le quedaban algunos detalles por ofrecer. El Recreativo se negó a entregar las armas y fue a por un gol que mantuviera los interrogantes. Sinama, el más activo de los suyos, era el más descarado, pero se topó con un Moyà soberbio que dibujó una de las paradas de la jornada. Después, el Mallorca pudo hacer más grande su renta, aunque Óscar Trejo se atascó ante la meta blanquiazul. Lo más importante ya estaba hecho.