Adrián Ramos Torres (Las Palmas, 09-04-1988) quiere llegar lejos en el mundo del fútbol y poder, desde luego, puede. Llegará o no a la elite, pero condiciones no le faltan. Este ibicenco de adopción, que llegó a la isla cuando tenía un año y medio, se está destapando como goleador en la temporada de su debut en Segunda División B con la Peña Deportiva. Lleva tres goles -dos de ellos los marcó en Orihuela el pasado domingo-, uno menos que su compañero Tino, y es el máximo realizador de su equipo tras la disputa de diez jornadas.

Fijo en las selecciones ibicencas de alevín a cadete, inició su andadura deportiva en el Puig d'en Valls con cinco años. De infantil a cadete defendió los colores de la Penya Blanc i Blava, de donde pasó al Rapid. Con este conjunto se proclamó campeón insular y logró el ascenso a Liga Nacional, en la que marcó 36 dianas en 15 partidos. Su olfato goleador no pasó desapercibido para el Castellón, en el que jugó temporada y media, primero en División de Honor juvenil y, después, en Tercera. El pasado verano, le llegó la llamada de la Peña, donde está triunfando en su estreno en la categoría de bronce.

Este pitiuso asimilado reconoció que «antes de comenzar la Liga habría firmado marcar tres goles antes de Navidad», pero, ahora que lo ha conseguido, no se conforma: «No me fijo ninguna cifra de goles, pero, si por mí fuera, ojalá marcara 20». Admirador de Villa, se describe como «un nueve nato: fuerte, rápido y con gol». Su sueño sería «llegar a Primera», pero ahora sólo piensa en que él y su equipo «hagamos una buena temporada», sabedor de que, si continúa así, pronto podría dar otro salto.

Adrián no sólo se dedica al fútbol. Por las mañanas, es conductor de ambulancias. Eso sí, su pasión es el deporte rey. Tanto lo adora que hasta en su tiempo libre hay fútbol de por medio. No en vano, como a todo adolescente, le gusta jugar al Pro Evolution y el Fifa en las videoconsolas. Sus aficiones se completan con el mundo de los coches y los encuentros con sus amigos.