Los futbolistas de Burkina rezan antes de iniciar un partido. | Marco Torres

El continente africano alberga por primera vez en la historia un Campeonato del Mundo de Fútbol, la cita por antonomasia del deporte rey. Sudáfrica está demostrando la capacidad y autonomía necesarias para organizar un evento de tal magnitud y está contribuyendo a sacar del ostracismo a un territorio sacudido por la desesperanza durante siglos.
En la vertiente occidental de Àfrica se encuentra Burkina Faso, una república parlamentaria cuyo idioma oficial es el francés -este año celebra su 50 aniversario de la independencia del país galo- y que trata de sobrevivir como uno de los 70 países considerados del Tercer Mundo, ajena al actual caos económico que atenaza al mundo fuera de sus fronteras.
«La patria de los hombres íntegros», significado de Burkina Faso en las lenguas locales mooré y dyula, cuenta con un combinado nacional de fútbol cuyos valores traspasan ampliamente los terrenos de juego. Sin ser una potencia dentro del fútbol africano, destaca por la prometedora cantera de jugadores amparados por fundaciones como la del FC Barcelona, que cuenta con un centro solidario en Uagadugú, la capital de Burkina Faso, dirigido por el carismático Lassanè Congo. «En un país con tanta pobreza es muy importante para el Gobierno invertir en la selección porque el objetivo es la promoción social del país», explicó Congo durante el encuentro entre Burkina y la Peña Deportiva.
Junto a él y acompañando al combinado africano, el catalán Sergi Martínez, técnico de las categorías inferiores del Gimnàstic de Manresa y un profundo admirador de los valores y las costumbres de Burkina. «Son gente con muchos valores, mucho respeto y educación. Dicen que si te roban en Burkina eres el hombre más desafortunado del mundo, porque son muy nobles y legales. En el deporte lo intentan demostrar», apunta Martínez, que asegura que allí los futbolistas se levantan cada día a las seis de la mañana para entrenar y que, salvo el equipo nacional, lo hace sobre terrenos volcánicos y, en muchos ocasiones, descalzos.
Encantados
La selección juvenil acude por primera vez a Eivissa como parte de la preparación para la fase de clasificación del Mundial sub 20 de fútbol. Tras disputar sendos torneos en Alemania y Francia, los pupilos del alemán Rainer Wildfield realizan su tercer campeonato internacional con especial entusiasmo.
«Nuestra estancia aquí está siendo formidable, la Isla es muy bonita y es todo perfecto. Estamos aprendiendo muchas cosas, aunque en el torneo el nivel es más bajo de lo que esperábamos», reconocía con total franqueza el sonriente capitán del equipo, Mamadou Thiombiano. Uno de los delanteros de la selección, Souleymane Sawadogo, destacó las numerosas personas que hay por las calles y las playas, así como la belleza de Eivissa. «Claro que me gustaría volver de vacaciones», exclamó el simpático ariete burkinés. Sobre el juego de los equipos españoles, e ibicencos en particular, ambos futbolistas coinciden en que «nunca juegan balones en largo aunque vayan perdiendo. Siempre intentan construir y tienen un fútbol más técnico que el nuestro». En cuanto a la final que disputan hoy frente al Mallorca, consideran que, como el Villarreal, «no se cerrará y se podrá tocar el balón. Esperamos hacer un buen partido y llevarnos el torneo».
Mañana parten hacia Barcelona, donde les espera un nuevo partido, en este caso amistoso, y una visita turística a la Ciudad Condal con parada en el Nou Camp. El siguiente destino de este grupo de supervivientes, de hombres íntegros, será la localidad marroquí de Casablanca, donde les aguarda un nuevo campeonato veraniego.