Da Silva protesta una acción. | Marco Torres

Una de las primeras preguntas que me vienen a la cabeza tras el show de ayer es cómo pudo acabar el partido Geni Da Silva después de dos horas de comedia barata y embustera. Seguramente cualquier equipo querría en sus filas a un jugador con carácter y y ambición, pero su estilo barriobajero y amenazador no es digno de las canchas de juego.
Con las primeras ventajas locales comenzó el recital de aspavientos y quejas del brasileño hacia el árbitro principal Saffioti. También arengó a la veintena de seguidores andorranos cuando su equipo tomaba ventaja. En el segundo periodo se dedicó a jugar y el colectivo pirenaico lo agradeció estableciendo la igualada.
Entonces apareció el demonio que guarda dentro el '4' andorrano. Tras una decisión arbitral, Da Silva se llevó por enésima vez las manos a la cabeza, motivo por el que recibió la cartulina amarilla. Ahí empezó la tragicomedia del francotirador carioca. Gestos y más gestos ofensivos. Miradas desafiantes a la grada y, por si fuera poco, amago de agresión sobre el delegado federativo Ricardo Ramos, a quien también llegó a arrinconar el técnico Lluis Hilaire.
Todo transcurrió entre el tercer y el cuarto set, cuando Da Silva denunció supuestos gritos racistas desde la tribuna. El brasileño lo pagó dando un sonoro puñetazo sobre el tablero de los jueces de mesa, mientras la afición entonaba un poco o nada iriente «Ea, ea, ea, Da Silva se cabrea» (en otros puntos del pabellón se escuchó «el calvo se cabrea»).
Tal fue el estallido de cólera de los andorranos que su preparador amenazó con retirar al equipo del encuentro; el presidente del Pacha Ibiza, Javier Escandell, tuvo que dirigirse a la grada, micrófono en mano, exigiendo calma; y al menos ocho agentes irrumpieron en el pabellón para evitar males mayores.
Al final triunfó la humildad y el juego limpio, valores que encarna como nadie un Pacha Ibiza a quien todavía le restan dos duras batallas -en la Liga de Ascenso- frente a su alter ego, nunca mejor dicho. Da Silva, a lo suyo: se marchó dedicando 'butifarras' a la grada confirmando que no sabe perder.

Geni fingió un 'monedazo'
Después de montar la marimorena en es Viver, Da Silva aún tuvo tiempo en el último set de fingir un 'monedazo'. Al parecer, un compañero le prestó una moneda para que el brasileño prosiguiera con su show. Lamentable.