Juan Carlos Higuero, ayer en las instalaciones de Grupo Prensa Pitiusa.

Juan Carlos Higuero (Aranda de Duero, Burgos, 03-08-1978), exatleta profesional que puede presumir de haber sido campeón de Europa, tercero en un Mundial y tres veces olímpico en la especialidad de los 1.500 metros lisos, aterrizó ayer en Ibiza. Hará de speaker y padrino tanto en el Quadriatlón Isla de Ibiza de hoy como en la Milla Urbana del martes, prueba que conoce bien.

—¿Qué recuerdos le han venido al pisar de nuevo Ibiza?
—Es un motivo de satisfacción. Siempre que pisas la isla se siente un cosquilleo muy agradable. Llevo viniendo desde el año 2000 aproximadamente por la Milla y he hecho amigos, así que me dejo ver de vez en cuando.

—¿Cómo lleva la era post atleta?
—La verdad es que mejor de lo que me podía imaginar, porque, cuando el atleta se va, el hombre se queda. Ese hombre, al final, tiene que hacer algo más allá del atletismo. He sabido jugar ese rol y reinventarme. Lo cierto es que estoy contento. Se echa mucho de menos la competición evidentemente, pero ahora disfruto del atletismo y del trabajo de otro modo.

—Se retiró en 2017 y este año le homenajeó el Consejo Superior de Deportes. ¿Se acaba uno haciendo a la idea de la retirada?
—En marzo de 2017 colgué las zapatillas y lo cierto es que esos momentos fueron de mucha incertidumbre. Te preguntas qué vas a hacer ahora. Todo llega y, en mi caso, me he reinventado y, ahora, estoy metido en la comunicación, analizando el atletismo, y me encanta. Estoy sintiendo como que estuviera compitiendo una vez más, porque los atletas me hacen sentir eso.

—¿No le entra el gusanillo de correr cada vez que ve una prueba?
—Cuando se da el disparo de salida, uno siempre quiere estar ahí y ponerse en el pellejo de cualquier finalista de esos 12, ya sea en un Europeo, Mundial o Juegos Olímpicos. Incluso en un mismo Campeonato de España. Se siente de otro modo totalmente diferente. Revives un poquito tu trayectoria. Lo cierto es que, a mí, nada me ha dado más satisfacción que ponerme en la línea de salida.

—Con 12 años, consiguió que sus padres le compraran unas zapatillas de 12.000 pesetas. Poca broma en aquella época.
—Eran las más caras del escaparate en la calle Isilla de Aranda del Duero. Lo recuerdo perfectamente. Convencí a mi madre después de tres semanas llorando en su hombro. Le dije: «Mamá, con esas zapatillas voy a ser campeón del mundo». Ella, igual que toda mi familia, no pensaría que fuese a conseguir tales hazañas. No fui campeón del mundo, pero sí tercero. Por esas aguas nos hemos movido. En esos momentos, comprar unas zapatillas de 12.000 pesetas no era nada fácil. Nosotros somos cuatro hermanos. Mi padre era camionero y era difícil llegar a final de mes. Al final, con mi insistencia, pude adquirir esas zapatillas.

—¿Era de los que ya de pequeño sabía que aspiraría a grandes retos o no se le pasaba por la cabeza?
—Lo pensaba. Cuando somos niños, somos ambiciosos y no vemos el peligro ni el miedo. Soñaba con esa imagen de ser campeón del mundo o Europa. Ese mensaje igual lo dije inconscientemente, pero conscientemente sabía también que podía hacer grandes cosas en el atletismo, si bien, cuando eres un niño, no sabes dónde vas a aterrizar.

—Ha defendido la camiseta de España en 30 ocasiones. ¿Con qué momento de todos se queda?
—Me quedo con tres. Primero, cuando fui campeón de España el 2 de septiembre de 2000. Fue mi pase a los Juegos Olímpicos. Quizá no fue la carrera más brillante que he tenido, pero para mí supuso un antes y un después. Me dio acceso a los Juegos y empecé a ser profesional. También me quedo con el día en que fui campeón de Europa de los 1.500 en Birmingham y con los Juegos Olímpicos en los que quedé cuarto a 28 centésimas de la plata. Entramos todos en un paquete y moralmente es como si hubiera conseguido esa medalla.

—¿Por quiénes pasa el futuro del atletismo español?
—Ahora mismo, tenemos dos caballos ganadores: Orlando Ortega, en los 100 metros valla, y Ana Peleteiro, en triple salto. Luego, tenemos gente con muchas opciones de, por lo menos, ser diploma olímpico como Eusebio Cáceres, Torrijos, Ureña… En fondo y medio fondo está más complicado porque tenemos que mejorar un poquito las marcas. En lanzamiento no me quiero olvidar de Javi Cifuegos, que ya fue séptimo en el Mundial de Doha de 2019. Llegó con la tercera mejor marca mundial del año.

—El lunes toca la Milla Urbana, este año en pista. ¿Qué opinión le merece la prueba?
—La Milla tiene muchísimo cuerpo. Por aquí han pasado los mejores atletas de España, algunos del mundo. Es increíble que Pep Ribas, contra viento y marea, pueda reunir este elenco de estrellas. Es una de las millas más antiguas de España y hay que quitarse el sombrero.