Pedro Ortega, Expresidente SE Eivissa.

Tras más de dos lustros alejado de una directiva de fútbol y viendo el deporte rey desde la barrera, Pedro Ortega (Herencia, Ciudad Real, 29-06-1951) se ha pronunciado. Tras varios intentos en los últimos años, Periódico de Ibiza y Formentera ha conseguido, por fin, que el manchego, presidente de la SE Eivissa –denominación con la que competía la UD Ibiza-Eivissa– entre el 4 de enero de 2006 y el 28 de agosto de 2009, repase su etapa al frente del club y responda a si es cierto que existe un reconocimiento de deuda con él llevado a cabo antes de que se disolviera la entidad deportiva en 2010.

—¿Cómo es la vida de Pedro Ortega fuera del fútbol?

—Bueno, yo sigo viendo todo el fútbol que puedo. Últimamente no puedo ver al Madrid porque los campos están cerrados, pero subo a ver al CD Ibiza cada vez que estoy por aquí.

—¿Y a la UD Ibiza?

—No voy a verla. Le doy la enhorabuena por lo que ha hecho. Ha subido y yo, encantado, pero nada más. Tengo simpatía por otro equipo, de la misma forma que a todo el mundo le puede gustar uno u otro.

—Han pasado 12 años de su etapa en la SE Eivissa. ¿Qué recuerda de ella?

—Fue una época de cosas buenas y cosas malas, como todo en la vida. Uno intenta hacer las cosas lo mejor posible. Creo que una persona que hace las cosas poniendo dinero, las hace porque le apetece hacerlas y porque cree que es bueno. Si luego salen mal las cosas, pues es como todo, y, en el fútbol, la bolita entra o no entra.

—Comenzó como miembro de la directiva. ¿Qué le llevó a involucrarse en aquel momento en el club?

—Empecé de directivo. Yo estaba en Ibiza todas las semanas y soy una persona de fútbol. Vi la posibilidad de estar ahí, conecté con personas con las que me llevaba bien y salió eso.

—Posteriormente, se convirtió en presidente. ¿Confiaba mucho en el proyecto para hacerse con el cargo?

—Confiaba en el proyecto totalmente. Cuando estaba Noguera de presidente, le decía que esto había que subirlo. Y se subió. Luego, las circunstancias de la vida nos llevaron a una crisis económica muy grande en España, que influyó en mi negocio. La hecatombe viene por eso. Si no se hubiera producido esa crisis, habría seguido totalmente con el fútbol. Se bajó porque hicimos las cosas mal. Eso lo reconozco, pero se bajó de categoría por muchos temas, tanto deportivos como otras cosas que pasaron. Aquello fue para abajo, con muchos problemas creados.

—Cómo es el fútbol. En la temporada 2007-08, su equipo acaba séptimo y se inicia un proyecto más ambicioso. Llega un técnico como Rubi, que a día de hoy está en el fútbol profesional, y futbolistas del caché de Javi Moreno. La ilusión era máxima, pero ese equipo acabó bajando.

—Los resultados no acompañaron. Entre eso y los temas económicos pues llegaron todos los problemas. Había un inversor que tenía que pagar una cantidad y no la dio. Dio una parte y nada más.

—Por entonces se habló también de que falló un inversor egipcio.

—El inversor era el señor Tarradellas, que dio una parte, prometió otra y no la dio. Además, esa parte que dio para el club era una parte para Pedro Ortega, porque era un tema de una comisión de una venta de unos terrenos, y se aportó al club. Eso es una parte que yo tengo puesta ahí y que ahí está. La entregué totalmente al club. Yo más no podía hacer.

—28 de agosto de 2009. Pedro Ortega dimite. ¿Le costó tomar esa decisión?

—Me costó. Los jugadores se fueron a Italia con el señor Stinà. Tuvimos una experiencia malísima. El último día, en el aeropuerto, no podíamos venir. Yo sentía que tenía que estar con ellos. La decepción fue total. Cuando vine, estaba totalmente decepcionado y por eso le dije a Andoni Valencia y a Ibon Begoña: «Mirad, la gestora está ahí y yo no quiero saber nada». No quise saber nada más del fútbol.

—¿Cómo le convencieron Antonio Stinà y Tiziana Schipiani para que ellos se hicieran cargo del club?

—Ofrecieron un proyecto para traer gente de Italia. Decían que era un proyecto bueno y que iban a traer un inversor, que no apareció. Estuve buscando al inversor todos los días. El equipo estaba entrenando y yo estaba con ellos –los directivos italianos– todos los días por ahí, y el inversor no aparecía por ningún sitio. Ya fue cuando me mosqueó la situación.

—Y eso que usted no iba a seguir.

—Entraban los italianos y yo no iba a seguir. Quería que se saldara la deuda, se pagara a los jugadores y aquello ya quedaría en sus manos. Es lo que habíamos hablado con Stinà.

—El equipo se marchó a Italia a preparar la temporada en Tercera División, jugando incluso un amistoso con un equipo de la serie A como el AC Siena, y aterrizó en Ibiza de vuelta descendido a Regional. ¿Qué se le pasó por la cabeza?

—Yo ya sabía que se bajaba a Regional desde que estábamos en Italia, porque yo estaba hablando con la Federación Española a ver si nos podían dar un margen con la confianza de que en ese momento apareciera el italiano que iba a sacar esto adelante pero que no apareció. Nos dejaron plantados con los jugadores y el entrenador italiano (Onofrio Barone). No apareció nadie.

—En mayo de 2010, se firma la disolución del club. ¿Cómo vivió ese momento?

—Con la desilusión de no haber sacado el equipo hacia arriba y haberlo mantenido. Fue una decisión que me costó aceptarla, pero la realidad era esa. No había otra cosa que pensar. Había que asumir los errores.

—Lleva años circulando la historia de que, cuando el club se disolvió, se hizo un reconocimiento de deuda de mucho dinero a su favor. ¿Es cierto?

—Pedro Ortega nunca ha dicho nada de esa deuda. El documento existe. Yo no lo tengo, pero Pedro Ortega no lo ha intentado reclamar ni ha dicho nada de ese dinero.

—Y ahora que hablamos de ello, ¿cuánto se le debe?

—Un millón y medio de euros.

—O sea, que usted invirtió un millón y medio de euros en el club.

—Más, porque también había comidas, etcétera.

—¿Por qué se hace ese reconocimiento de deuda si usted ese dinero no tiene pensado reclamarlo?

—En el club, los directivos hicieron el reconocimiento de deuda. Yo, en ese momento, no iba a reclamar nada. Se iba a recibir una ayuda de 500.000 euros para pagar lo que se debía por parte del señor Stinà, y no dio un duro.

—Y, tras renacer el club en 2015, ¿se ha replanteado reclamar ese dinero?

—Para nada. No quiero saber nada del fútbol ahora mismo. Tengo amigos en el CD Ibiza y voy a verlos. Me hice socio. Me dijeron si quería entrar, pero yo no quiero saber nada del fútbol. Sólo soy socio, hago mi acto de presencia porque me gusta, pero nada más.

—Doce años después, echando la vista atrás, ¿se arrepiente de algo?

—Nunca me arrepiento de las cosas. Me sabe mal haber cometido errores, pero, a los años, no voy a venir a arrepentirme. Soy una persona ya mayor y no voy a arrepentirme de eso. Sí que pienso muchas veces qué hice mal, por qué hice mal esto o aquello. He confiado en personas y en la vida no hay que confiar tanto. Hay estar con la realidad, pero confié y me salió mal.

—Su proyecto salió mal. Ahora, el que encabeza Amadeo Salvo ha salido bien. ¿Se siente reflejado en el sentido de que son dos empresarios que han buscado el fútbol profesional en Ibiza?

—Yo me veo reflejado en mí mismo, no en Amadeo, Antoñito ni Florentino Pérez. Yo soy como soy y no hay más. Cada uno hace las cosas de manera diferente. Le deseo lo mejor al señor Amadeo Salvo.

—¿Qué piensa del ascenso a Segunda del que había sido su club?

—Mi club no era. Yo fui presidente durante una época. Ha subido ahora a Segunda. Bienvenido sea que el equipo esté en Segunda y que dure mucho tiempo.

—¿Qué opinión tiene con respecto a la problemática actual del ‘caso Can Misses’?

—Esto es un problema que tienen que resolver los políticos. Lo que no se puede es dejar a un equipo de la ciudad sin un campo que es municipal, esté en Primera, Segunda o Tercera. Yo lo que pienso es que las cosas no se pueden hacer así. Es mi opinión. A lo mejor estoy equivocado, pero entonces lo estaríamos muchas personas.