Mateo Sanz, ayer, a su llegada al aeropuerto de Ibiza. | Marcelo Sastre

Mateo Sanz aterrizó ayer por la tarde en es Codolar con el equipamiento a cuestas y un diploma olímpico. «Sabor agridulce» señaló al tomar tierra, sin tiempo que perder. Le esperaba su madre, tenía que cargar las tablas sobre la baca del utilitario con el que embarcó poco después rumbo a Formentera, donde fue recibido por un puñado de amigos en el puerto de La Savina.

Ataviado con la equipación de Suiza, país bajo cuya bandera compite el formenterense, Sanz aclaró que estaba «contento por el resultado. Después de la puntilla de Río, el objetivo era entrar en la final y tener un diploma» sin perjuicio de que la valoración es «agridulce porque he tenido posibilidades de medalla». «Me quedo con la experiencia de haber sido líder el primer día y segundo, el segundo. Ha sido una lástima (no tener medalla)».

Sanz, a su llegada al puerto de Formentera, con unos amigos. Foto: TONI RUIZ

«Aún no he asimilado el resultado, que ha sido el mejor para un windsurfista de Suiza. No es nada fácil estar en el top del mundo y de unos Juegos Olímpicos», recordó.

El cambio en las condiciones climáticas le condenó y ya no pudo estar al mismo nivel. «Sabíamos que Japón depara este tipo de cosas y que las condiciones cambian de un día para otro. No me han ido bien los vientos de los últimos días».

El regatista confía en que su trayectoria pueda animar a los jóvenes de la isla a amar el deporte de la vela. «Esto es un efecto colateral del que me alegro, me parece genial que los jóvenes practiquen vela».
Futuro en el aire
Después de la gesta de Japón, toca «descansar» y «meditar». Y es que cambian las condiciones de su deporte con la creación de una nueva categoría, la IQFoil, que no acaba de adaptarse a sus complexión. «Tengo que ver si me subo a la nueva categoría, ya que con mis limitaciones de peso y altura no será fácil. Tengo que verlo con calma y analizar si realmente me compensa. Si no veo posibilidades de ganar, no me subiré. Lo he probado y prefiero tomármelo con calma».
Bichos raros
Agridulce también fue la experiencia vivida en Tokio a causa de la pandemia. “Ha sido muy atípico, con una expedición muy reducida y unas condiciones muy duras. Una burbuja muy cerrada, siempre presentado documentación, control de seguridad, PCR diarias, nos trataban como bichos raros. Del hotel al club y no podíamos ni abrir una ventana ni una puerta. Este era nuestro día a día”.