Raúl Gómez da indicaciones en el vestuario de la Peña.

Raúl Gómez Marí (Ibiza, 06-07-1984) es historia de la Peña Deportiva Santa Eulalia. El eterno capitán colgó las botas en 2020 y empezó en los banquillos. Ahora, deja al equipo juvenil para empezar una nueva aventura lejos de su Peña. Deja atrás 30 años defendiendo los colores y el escudo de la Peña. Primero como jugador y en las últimas temporadas como entrenador del equipo juvenil.

Tres décadas. Se dice pronto, pero es toda la vida ligado a la Peña Deportiva.

—Parece que fue ayer cuando debuté. Me acuerdo de muchas competiciones de niño... Ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Cuando pasa rápido es porque es bueno, he vivido cosas muy buenas en la Peña. Me voy porque pienso que me hacía falta un cambio. Había poco feeling con algunas personas y creo que será bueno para todas las partes.

Se me ha adelantado, pero le pregunto igual. El club quería renovarle. ¿Por qué decide salir?

—Valoro mucho que el club me hubiese ofrecido la renovación en enero o febrero. Para mí fue algo importante. El equipo estaba muy bien deportivamente hablando, pero fuera del campo veía cosas que no me gustaban. Esa herida se iba haciendo cada vez más grande. Yo amo a la Peña y veía que la pelota se podía hacer más grande y acabar explotando. No quería hacerle daño al club y por eso es mejor que me apartase. Estaba encantando con mi cuerpo técnico, estaba encantado con lo que pasaba dentro del campo, pero a nivel extradeportivo...

¿Qué eran esas cosas que no le gustaban?

—No fue nada en concreto. Yo creo que un tema de conexión, falta de feeling. Cuando no hay feeling se nota y en eso lo resumo.

¿Regresaría a la Peña en un futuro?

—El fútbol es redondo y siempre aparecen oportunidades. Seguramente el futuro nos encontrará, pero no se sabe cuánto tiempo tendrá que pasar.

Es obvio que en el club han cambiado muchas cosas, pero qué se mantiene a lo largo de todos estos años.

—El vestuario. Hay unas bases indestructibles que hacen que el vestuario lleve el club en volandas. El primer equipo es familia. Eso es indispensable. El vestuario del primer equipo es la base de todo en el club. Los que estuvimos mucho tiempo sentamos unas bases hace años y hemos hecho que la gente de fuera que va llegando se enganchen a esa familia. Es muy importante que esto perdure en el tiempo porque el vestuario es la clave de todo.

Desde dentro, ¿cómo valora el crecimiento de la entidad? Ya está consolidado en esta nueva Segunda B.

—Es verdad que hay una categoría nueva que nos viene como anillo al dedo. La Segunda RFEF yo creo que es la categoría de la Peña. Éramos un equipo potenten en Tercera, pero sufríamos en Segunda B. Es cierto que el cuerpo técnico y los jugadores quieren crecer y subir, pero no sé si el club está preparado para dar ese salto. Primera RFEF conlleva unos requisitos importantes a nivel de infraestructuras y economía.

Volviendo a lo personal, ¿qué proyectos tiene en mente?

—Yo voy a seguir entrenando. Me quedo en la isla y seguiré formándome como entrenador porque es lo que quiero. Afortunadamente cuando la gente se enteró de que salía de la Peña me empezó a llamar. No hay nada oficial todavía, pero sí hay cosas avanzadas.

Marc de Val, al cual conoce bien, toma el mando de la dirección deportiva y Manolo González sigue al frente del equipo. Además, parece que la idea es construir un equipo para estar en la zona alta.

—Ojalá. Marc es muy amigo mío y le deseo lo mejor. Cuando me enteré de que sería el nuevo director deportivo me ofrecí a ayudarle en lo que le hiciese falta. También le deseo lo mejor a Manolo que me parece un entrenador top. Él y su cuerpo técnico son muy cercanos y he podido aprender mucho de ellos.

Tantos años dan para mucho, cosas buenas, cosas malas, con qué se queda. Si tuviese que elegir un recuerdo, un momento, ¿cuál sería?

—Málaga. Esos 12 días. Esos nervios buenos. Ese sentimiento del apoyo del pueblo. Notas que se juega una cosa tan importante. Málaga es lo mejor que me ha dado el fútbol. Todos los que estuvimos allí coincidimos en que fue lo mejor de nuestras carreras.

Entonces no sé si el partido contra el Castellón será su peor recuerdo en un campo de fútbol.

—Fue un robo y es impotencia. No querían que estuviésemos ahí. Éramos un problema para la Segunda División. Molestábamos y no nos dejaron ni jugar la final. Fue todo eso, pero no fue el peor momento. El peor momento fue en Lorca, con Ormaechea en el banquillo. La cara de tontos que se nos quedó cuando nos marcaron en el descuento.

Y ya para acabar, ¿qué significa la Peña para usted?

—Todo. Allí conocí a mis mejores amigos. Conocí a mi mujer, la madre de mis hijos. Jugaron mis familiares. Mi padre me llevó allí con cero año. Soy lo que soy gracias a la Peña. He pasado más tiempo allí que en mi casa.