Vicent, Tete, Vicente y rmaechea posan en Can Misses con una bufanda de Sa Deportiva. | TOMAS VENZALA

La segunda acepción del término tiempo en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española indica que se trata de la «magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Su unidad en el Sistema Internacional es el segundo». Un segundo puede ser mucho o poco, dependiendo del escenario. Sirva como ejemplo un segundo de diferencia entre el primer y segundo clasificado en un maratón de 50 kilómetros y en una carrera de 100 metros lisos. En el primer acto, la diferencia es poca; en el segundo, mucha. Pero 631.152.000 segundos son muchos, indistintamente del escenario. Son, para entendernos, 20 años. Muchísimo tiempo.

Y cuatro lustros son los que han pasado desde que la extinta SD Ibiza ascendiera a Segunda División B con un equipo espectacular que acabó rompiéndose en el transcurso de la temporada 1992-93 por problemas económicos. Fue una plantilla irrepetible, «un Palamós que habría pasado de Tercera a Primera en cuatro años» de no ser por la maldita peseta, como recordó ayer Vicent Fernández, uno de los pocos jugadores de aquel equipo que aún residen en la Isla. Él, Mario Ormaechea, Vicente Román y Tete Páez, todos residentes –también hay otros como Cruz y Edu Páez–, se reunieron en el que fuera su templo, el estadio de Can Misses, horas antes de cumplirse el vigésimo aniversario de esa fecha tan señalada en la historia del deporte pitiuso con el fin de recordar aquellos maravillosos años... y multitud de anécdotas.

La grada, llena

El 29 de junio de 1992, día en que Mario Ormaechea cumplía 24 años, Can Misses se llenó hasta la bandera para presenciar la última jornada de la liguilla de ascenso a Segunda División B, que medía a la ya extinta SE Eivissa con el Santomera. De 5.000 espectadores hablan las crónicas de entonces. Dada la capacidad del estadio, que en aquellos tiempos incluso no gozaba de tantos asientos como hoy, la cifra parece algo exagerada, pero Ormaechea matiza: «Para nada. Había gente de pie en todas partes y todos los asientos estaban llenos».

La ciudad entera estaba volcada con un equipo hecho a golpe de talonario tras la llegada de Calixto Bragantini en 1991. «El 80 por ciento del plantel era nuevo, con fichajes de fuera», apunta Vicente Román, guardameta titular de aquel conjunto y nuevo técnico del San Rafael.

Vicente, Cruz, Nico, Carlos, Correa, Jiménez, Cristo, Pepín, Vicent, Artabe y Ormaechea formaban el once titular aquella tarde. «Vaya equipito», suspiraba Román mientras observaba con detenimiento un álbum de recortes de prensa que había traído bajo el brazo su gran amigo Mario. «Era otro fútbol», añadía Vicent. «Esto no se volverá a ver, eh», continuaba el portero. «La verdad es que era un espectáculo, porque le metíamos siete al Mahonés y siete al otro», señaló el actual técnico ‘portmanyí’. «Cinco le endosamos al Manacor, que iba segundo», añadió Román. «Yo, cuando vi el segundo entrenamiento, dije ‘madre mía, la que vamos a liar’», confesó Mario. «Éramos un equipo de Segunda B en Tercera», añadió Román.

El Eivissa era una auténtica máquina de hacer fútbol. Por eso no falló el día D. Endosó un contundente 8-0 al Santomera que, unido al insuficiente 5-0 del Eldense contra el Júpiter, elevó a los rojillos al Olimpo. La Segunda División B esperaba con los brazos abiertos a aquel ‘Dream Team’ ibicenco, el de los récords, ése que arrancó con 11 victorias consecutivas, que tardó 12 jornadas en encajar un gol, que no perdió un solo partido liguero en toda la temporada y del que incluso se hizo eco la extinta y famosa revista ‘Don Balón’. No era para menos. Can Misses vibró por entonces con el fantasioso fútbol de una plantilla para la historia.