Los hermanos Bashkim y Burim Osmani se abrazan tras ser condenados por un tribunal de Hamburgo en 2008. | DDP

En los últimos cinco años, la mafia ha celebrado hasta diez «cumbres» en Mallorca, invitados supuestamente por Bashkim Osmani, el magnate albano kosovar detenido esta semana en la ‘operación Casino’ y que dirigía desde su mansión de Camp de Mar un imperio de casinos, hoteles, casas de lujo, coches deportivos e infinidad de inversiones. Las reuniones secretas se celebraban siempre en verano y la última tuvo lugar a finales de junio y principios de julio del año pasado. Normalmente los invitados eran cinco o seis destacados personajes del hampa europea -italianos de la ‘Ndrangheta calabresa y balcánicos de kosovo- y se alojaban durante más de una semana en hoteles de lujo de Calvià. Curiosamente, una de las «cumbres» mafiosas en Mallorca coincidió con otra de Europol, la policía que precisamente persigue a estas bandas criminales.

Los encuentros se llevaban a cabo con discreción total y los invitados se hacían pasar por turistas de alto poder adquisitivo que disfrutaban de unos días de vacaciones en la Isla. La obsesión de los mafiosos era evitar las cámaras. A toda costa y como fuera. Estudiaban las instaladas en pasillos y espacios comunes de los establecimientos hoteleros y siempre que pasaban junto a ellas giraban el rostro o se lo cubrían con gorras. No querían dejar constancia gráfica de su paso por Mallorca. Otra medida de seguridad que adoptaban es que nunca iban todos juntos. Se separaban y llegaban solos al punto acordado. Comían, por regla general, en un restaurante de lujo de Portals y después acudían al Ritzi, el local de Bashkim en el puerto. Él les esperaba sentado mirando al mar, dando la espalda al negocio. Una costumbre muy policial, para evitar sorpresas desagradables.

Los investigadores tienen la certeza de que las «cumbres» tenían, sobre todo, un objetivo: delimitar las áreas de influencia de cada clan. Y sus demarcaciones. Unos se dedicaban a la prostitución, otros al tráfico de cocaína y el resto al blanqueo de capitales, a escala internacional.
1999

Registro en la mansión de la calle Menhir, en Camp de Mar. Fotos: MICHELS

La llegada de Bashkim a Mallorca se remonta al año 1999, cuando compró el Ritzi de Portals, que por entonces tenía otro nombre. Luego adquirió un piso en la zona, en la calle Benito Jerónimo Feijóo, muy cerca de donde vivía entonces un conocidísimo político de la época, ya fallecido. Tenía fama de play boy y una debilidad: los deportivos de lujo. De porte atlético y casi uno ochenta de estatura, el magnate no iba armado porque se encontraba seguro en Mallorca. Sabía que las entradas y salidas en una Isla están muy controladas, lo que le daba cierta tranquilidad.

En Alemania, un país con el que está muy vinculado familiarmente, las cosas no fueron tan fáciles. Hace 29 años, el Hamburger Morgenpost fue el primer periódico que destapó el meteórico ascenso de la familia Osmani en Hamburgo. Tras aparecer en ese medio, intentaron comprarlo. El barrio de Sant Pauli, y sobre todo la prostitución en sus calles, quedaron controladas por el clan familiar, cuya cabeza es Quazim Osmani, alias «Félix», el hermano de Bashkim. Con el cambio de siglo, el Servicio Federal de Inteligencia (BND) alemán puso en su punto de mira a la familia y se planteó acusarles del crimen organizado al más alto nivel, pero no pudieron probar los delitos en los tribunales. El ahora vecino de Camp de Mar le quitaba hierro al asunto: «Todo esto son hermosos cuentos de hadas».

En los Balcanes, los Osmani son casi leyendas. Construyeron hoteles y residencias de lujo y aparecen en los medios de comunicación con estrellas del boxeo y otras celebridades, animándoles a invertir millones de euros en Albania y Croacia, dos países con muchas posibilidades. En Praga y Moscú compraron también casinos y la expansión del clan continuó, imparable.

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El suegro de Bashkim también fue detenido el martes. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

Primer golpe

Pero la policía alemana no se daba por vencida y en 2006 asestó el primer golpe a la organización. Un derechazo que noqueó a Bashkim. Dos años después, el magnate con mansión en Mallorca y su hermano Burim fueron juzgados en un tribunal de Hamburgo por una serie de delitos. Bashkim fue condenado a tres años y nueve meses de prisión, pero la pena no le impactó. De hecho, los medios alemanes publicaron una foto de los dos hermanos abrazándose en el tribunal, con una enigmática sonrisa. Cuando salió de prisión, poco después, fijó su residencia permanente en Mallorca y años después construyó su fabulosa mansión de cinco millones de euros en la calle Menhir de Camp de Mar (Andratx), una de las más exclusivas de Mallorca.

En los noventa había sido detectado por la Guardia Civil en la Isla, pero no fue hasta 2018 cuando el Servicio de Información de la Benemérita, una unidad de élite, se fijó como uno de sus objetivos la desarticulación de la organización criminal. Una de las más poderosas de Europa. Un alto mando y algunos veteranos del Cuerpo comenzaron a indagar en la vida del albano kosovar de 55 años. Nació, así, la ‘operación Casino’. Luego se sumó a la investigación la Policía Nacional y a medida que se constataba la potencia del clan se fueron añadiendo agencias internacionales: el FBI, la DEA, la NCA británica y la DIA italiana. El supuesto capo empezó a ser seguido con discreción absoluta, de día y de noche, en invierno y en verano. Se calculó que tenía a siete socios en su círculo más cercano, entre ellos a su suegro.

A las seis de la mañana del martes llegó el principio del fin para el clan Osmani. Tal y como desveló Ultima Hora en primicia, 600 agentes registraron sus propiedades en media Europa y en Mallorca arrestaron a su guardia pretoriana. El capo cayó en su hotel BO Palazzo de Croacia, rodeado de lujos y junto a un guardaespaldas armado. Ahora, su extradición a Mallorca es cuestión de días. Un veterano investigador de la Isla que lleva años tras esta mafia, y que ha tenido un papel clave en el caso, resumió ayer un lustro de extenuante trabajo policial para atrapar a Bashkim: «Fuimos capaces de bailar con el diablo para saber cómo es el infierno».