Una persona, con picor, que se rasca el brazo. | R.L.

Si en todo el año 2022 se registró la inaudita cifra de 16 brotes de sarna en Balears, en lo que llevamos de 2023, Epidemiología ya ha detectado 12. Los registros dejan atónitos a los expertos y siguen en aumento.

Este sarpullido causado por un ácaro se está convirtiendo en un problema de salud pública con difícil solución por su propagación silenciosa auspiciada por la pandemia y por su complejo tratamiento. Hace apenas quince días la escoleta de Algaida tuvo que cerrar de forma preventiva por esta causa. Y es que los centros educativos, residencias de mayores y familias convivientes son los mejores espacios para su expansión y contagio gracias al contacto estrecho y continuado.

«En los dos últimos años hay un repunte importante en sarna humana, parece que la afectación es a nivel mundial y, según la OMS y los diferentes centros de control de enfermedades, se asocia a efectos de la pandemia, y de la convivencia a raíz del confinamiento», recuerda el presidente del Col·legi de Veterinaris de Balears, Ramón García. «La sarna es una enfermedad tropical desatendida que afectaba más a los países desfavorecidos, pero como ahora crece en los desarrollados se mira con preocupación», añade, «porque se han cambiado las tornas».

Los animales, nada que ver

«El ácaro que lo provoca tiene subvariantes muy específicas. Está afectando la hominis, que es la enfermedad humana. Hace muchos años se detectaron transmisiones a través de animales de compañía pero no es nada habitual», explica García. Se le llama potencial zoonótico pero en este caso no hay relación, «es una alarma que se ha generado pero no existe, los contagios se deben por las condiciones de proximidad».

La veterinaria Ana Sancha critica que en este tipo de enfermedades «parece que la culpa de todo sea siempre de los animales», y añade el ejemplo de la toxoplasmosis y los gatos, «cuando es más frecuente contagiarse por los alimentos». Según esta especialista «el desarrollo de la sarna depende de la inumocompetencia de cada individuo, es decir, afecta más a niños, ancianos o inmunodeprimidos en quienes el sistema se ve más comprometido», añade. Al ser «animales que trayectan debajo de la piel», se ven «pequeñas postulitas» y pican porque «son bichitos que se mueven».

La dificultad que presenta esta enfermedad es, en un primer momento, el diagnóstico, pues ni la sociedad ni los especialistas la tienen en mente ante los primeros síntomas; y, posteriormente, los tratamientos ya que es importante que se sigan a rajatabla pues son a largo plazo. ¿Por qué? Por la necesidad de romper el ciclo parasitario, explica Sancha. «Lo mismo pasa con los gusanos, no basta con tomar una pastilla, hay que eliminar los huevos, así que es importante repetir las pautas para bajar la carga», añade Sancha.