El actor Miguel Molina, en una de sus visitas a Eivissa, donde tiene una residencia.

«Es una película bastante dura, hecha con cariño y talento, aunque con medios limitados. Un trabajo digno». Con estas palabras resumió ayer Miguel Molina la impresión que le dejó su participación en «Tatawo», la ópera primera del director catalán Jo Sol, que se estrena hoy en el cine Serra. El actor, quien reside esporádicamente en la isla, en donde tiene residencia, comparte protagonismo con Alexis Valdés, Mercedes Ortega, Paulina Gálvez y Elsa Pataky.

El rodaje de la película fue en el verano de 1999, y del mismo se acuerda muy bien Miguel Molina. «Es una película que me marcó mucho en lo personal, porque de ese rodaje viene mi relación con Catherine, la madre de mi nuevo hijo, que trabajaba haciendo la coreografía», explicó ayer a Ultima Hora Ibiza y Formentera . En la actualidad, el actor tiene 37 años de edad y cuatro hijos, una responsabilidad que lleva con buen ánimo. «Sí, ando muy ocupado ahora, por eso casi no voy por la isla. Esta Navidad sólo he podido pasar ahí dos días para arreglar unas cosas de la casa. Es que ya son cuatro hijos, y otro más como si fuera mío. Como para pararse...», comentó.

Una agenda realmente ocupada la suya, pues anda metido hasta en un musical. «Es una versión muy cachonda para nanos de la historia de Robin Hood. Es el primer espectáculo que hago para niños; y canto, por supuesto», señaló Molina, que en estos momentos anda de gira con el espectáculo por toda España. Además, el próximo mes de febrero estrenará otra película, «Código natural». «Es de Vicente Pérez, un tío muy majo que tiene ya dos largos. La hice el pasado mes de octubre y me parece un trabajo muy guapo».

«Tatawo», según explica el director de la película, Jo Sol, «surgió en el espacio de tiempo que convierte el amor en drama. Todos quienes llegaban a mi antro del barrio chino, venía por nostalgia de un mismo extravío. Ya sólo quedaba meterse en sus vidas para robarles su melodrama desgarrado». La tórrida historia romántica se desarrolla en el casco antiguo de Barcelona, donde confluyen los variopintos personajes de una historia en la que el tatuaje es un ingrediente protagonista principal.